Rodríguez Zapatero es de los que cree que cerrando los ojos y deseando mucho algo ese deseo se termina cumpliendo. Nuestro Presidente cree además que está tocado de una especie de fuerza cósmica, laica por supuesto, que guía siempre sus pasos en la dirección correcta. En lo más profundo de su ser piensa que para que una persona como él haya llegado a donde ha llegado tiene que haber algún tipo de factor extrahumano. Por eso Rodríguez Zapatero se cree infalible. Esa luz interior es la que le dijo que Kerry ganaría las elecciones en Estados Unidos, es la que supuso que Angela Merkel nunca llegaría a ser canciller de Alemania y es la que le hace confiar ciegamente en que el nuevo Estatuto para Cataluña será bueno para España.
Contra toda evidencia el Presidente Rodríguez Zapatero sigue esperando también que ETA declare una tregua definitiva. La banda terrorista, por el contrario, ha aumentado el número de sus acciones criminales, ha incrementado su acoso a los empresarios para seguir financiándose de la extorsión y el chantaje y ha hecho rebrotar el terrorismo callejero en las ciudades del País Vasco. Ningún hecho ni ningún mensaje de la banda terrorista parece insinuar una voluntan de abandonar las armas, pero alguna fuerza oculta le ha dicho a Rodríguez Zapatero que la banda va a disolverse pronto.
A los que nos parece no sólo un inmenso error, sino una absoluta inmoralidad los ofrecimientos de negociación a la banda terrorista, las concesiones políticas que ya se le han hecho, la permisividad con un partido ilegal como Batasuna, la claudicación del Estado de Derecho y los ataques a la dignidad de las victimas, se nos acusa de no querer acabar con ETA. Hay quién nos acusa directamente de querer que los terroristas nos sigan matando porque eso nos es muy rentable políticamente. A quiénes han tenido que doblar muchas veces la rodilla para mirar debajo de su coche, a los que aún hoy en el País Vasco llevan escolta por el mero hecho de militar en un determinado partido, a quiénes se sigue insultando, acosando y amenazando, se les dice que eso es precisamente lo que buscan y que por tanto son también parcialmente culpables de su propia condición de víctimas de la que no quieren escapar.
¿Cómo es posible que los que han compartido hasta hace bien poco con nosotros las muertes y aún comparten asedios, amenazas y coacciones nos digan que lo único que queremos es que ETA siga viva? ¿Cómo es posible? Porque pese a nuestra absoluta convicción de que las concesiones a los terroristas son un profundo error, nada nos agradaría más que estar equivocados. Porque aunque nos parezca inmoral hacer determinadas concesiones a los terroristas en busca de un rédito electoral, nada nos satisfaría más que cualquier Presiente del Gobierno, se llame como se llame, lograra que ETA abandonara definitivamente las armas sin ninguna contraprestación a cambio. Porque ni en la más dura de nuestras críticas hemos nunca insinuado si quiera que lo que busque Rodríguez Zapatero con este proceso de dialogo secreto sea fortalecer a ETA, aunque ese sea lamentablemente el efecto que produce. Acusarnos de querer perpetuar a los terroristas me parece lo más indigno, lo más calumnioso y lo más ofensivo que pueda decirse de alguien que cree en la libertad y en la democracia.
Es posible que políticamente fuera más inteligente dejar que Rodríguez Zapatero se estrellase con un silencio cómplice por nuestra parte. Nada más cómodo que la posición cínica de no oponerse a su iniciativa de negociar con los terroristas en la convicción de que ETA no se va a rendir de forma espontánea a cambio de nada y que el proceso está condenado al fracaso. En ese supuesto siempre podríamos decir luego: nosotros le dejamos hacer y mire donde nos ha conducido, teníamos una ETA al borde de la derrota y Usted la ha resucitado. Y si por una infinita casualidad al final tuviera éxito siempre podríamos subirnos al carro de los triunfadores.
Pero sinceramente no podemos. Ni podemos ni queremos ocultar lo que pensamos. El presidente del Gobierno está cometiendo un inmenso error y sentimos la obligación moral y política de denunciarlo siempre que haya la mínima oportunidad. Ni estamos dispuestos a que se hagan concesiones políticas bajo la mesa de negociaciones ni en una mesa paralela. Tampoco estamos dispuestos a que se pisotee la dignidad de las victimas sacando impunemente a los asesinos a la calle. La debilidad y la equivocación de la política antiterrorista de este Gobierno está fortaleciendo a los terroristas y eso, por desgracia, se puede demostrar con datos objetivos. Y personalmente tengo la profunda convicción de que cuando los errores se pueden pagar con vidas humanas nadie tiene a priori el derecho a equivocarse.