Dos mensajes nos quedan grabados en el alma tras la conmemoración del primer aniversario del 11-M. Nuestra plena solidaridad con las victimas de todo acto terrorista y nuestra inquebrantable voluntad de vencer a los asesinos. La solidaridad plena con las víctimas no pasa solo dedicarles bonitas palabras, sino sobre todo estar siempre de su lado, aunque eso suponga asumir riesgos.
Defender a las victimas pasa por reconocerlas, no por insultarlas. Las victimas, en tanto que tales, nunca mienten por decir su verdad, porque su verdad es la nuestra. Aquellos que afirman que las victimas mienten terminan siendo presa de su propia mentira.
Defender a las victimas es buscar su unidad y no promover su enfrentamiento haciendo diferencias entre unos y otros terrorismos, entre unas victimas y otras.
Defender a las victimas pasa por estar siempre con ellas, pero muy especialmente cuando se trata de manifestaciones publicas que ellas organizan para reclamar su papel esencial en la lucha contra el terror. Por eso no cabe buscar excusas para no acudir cada vez que uno es convocado por ellas a un acto público y peor aún es descalificarlas diciendo que en realidad están siendo manipuladas por oscuros intereses.
Defender a las victimas es no buscar la equidistancia con los terroristas defendiendo subvenciones publicas para sus familias, ayudas que confunden la referencia moral entre quiénes son las victimas y quiénes los verdugos.
Defender a las victimas es defender la justicia y no pedir trato de favor para los asesinos por el mero hecho de que decidan dejar de matar.
Defender a las victimas es ofrecerles nuestro cariño, nuestro respeto, nuestra máxima consideración y que ellos sientan realmente este apoyo y esta cercanía.
Defender a las victimas es ofrecerles la ayuda material que ellas necesitan, la asistencia social y sanitaria que requieren las secuelas de los ataques de los que fueron objeto, pero sobre todo nuestro reconocimiento y amparo moral.
Defender a las victimas es no enterrar a sus muertos a escondidas, sino hacerlo con el máximo honor y a la luz del día.
Defender a las victimas es sobre todo defender a todos los ciudadanos españoles y tener la determinación y la iniciativa política para que los terroristas no puedan hacer más victimas.
Por eso, nuestra segunda enseñanza de este primer aniversario del 11-M es el rechazo a toda forma de violencia y nuestra determinación para seguir luchando, todos juntos, contra el terrorismo hasta vencerlo definitivamente.
Rechazar la violencia es condenar siempre todo acto de violencia, pero de forma especial cuando se produce contra tus adversarios políticos, cuando se asaltan sus sedes y se agrede a sus representantes.
Rechazar la violencia es no consentir que en las universidades se acose a nadie por defender una idea, un proyecto o un Gobierno.
Rechazar la violencia es no caer en la tentación de dialogar ni negociar con los terroristas por intereses de partido ni de ningún otro tipo.
Rechazar la violencia es aislar a los violentos y no darles oportunidad para participar de ningún modo en el juego democrático mientras no renuncien de forma expresa e inequívoca el uso de la violencia.
Rechazar la violencia es liderar la determinación de una sociedad democrática para derrotar al terror, sin hacerla correr riesgos innecesarios ni explorar otros atajos que ya han sido recorridos y sólo conducen al fracaso.
Estos principios son lo que nos queda de la conmemoración del 11-M. Espero que esta conmemoración y estos principios nos inspiren a todos en el futuro para lograr juntos una defensa más eficaz de nuestras victimas y para culminar el sueño de que las victimas que hoy tenemos sean las últimas a las que debamos honrar y defender.