En el año 2004 ETA estaba derrotada, aunque no hubiera desaparecido. Hoy ETA puede desaparecer, pero no necesariamente haber sido derrotada. Es más, existe el peligro cierto de que ETA pueda cosechar con la paz los logros, aunque sea parcialmente, que no consiguió a través de décadas de sembrar el terror en toda España. No basta con la desaparición de ETA, es necesaria, resulta imprescindible, la derrota total de ETA.
La derrota de los terroristas significa antes que nada que no hay un final pactado del terrorismo, que no existe condición alguna para cesar en su acción criminal, que al final del partido no se amaña un empate para poder concluirlo. Hace tiempo que las mesas de diálogo, las tomas de temperatura, los contactos, las verificaciones sobre la voluntad de los terroristas, las conversaciones y aproximaciones a los entornos, han perdido todo su sentido y resultan crontraproducentes. Hoy los únicos interlocutores con los terroristas deben ser los policías y los guardias civiles que los detienen y los jueces que los condenan. No hay más.
La derrota de los terroristas significa en segundo término que no habrá impunidad para los asesinos ni para sus cómplices. Aspiramos a la paz, pero lo paz debe ser justa. El final del terrorismo no significa en ningún caso que desaparezcan las responsabilidades por los crímenes cometidos. Los terroristas deben cumplir sus penas íntegramente y lejos de recibir ningún privilegio penitenciario se les debe aplicar el régimen de prisión con el mayor rigor, por la especial atrocidad de sus acciones. Pagar por el daño causado no es solo un principio esencial de resarcimiento moral a unas victimas del terrorismo que han mantenido una fe democrática y una confianza en la Justicia admirables, sino un mecanismo de disuasión esencial frente a cualquier forma futura de terrorismo.
En tercer término, debemos buscar la derrota política y no solo policial del terrorismo. El proyecto de ETA no tiene solo una dimensión criminal, sino también un carácter totalitario que debe ser derrotado democráticamente, como lo fue el nazismo. Batasuna, por la ideología totalitaria, etnicista y antidemocrática que representa, no puede tener cabida en la democracia española, de la misma forma que el partido nazi no tiene cabida en la democracia alemana. La ausencia de Batasuna o cualquiera de sus franquicias de las urnas en las próximas elecciones municipales es de hecho lo más eficaz que podemos hacer para debilitar a ETA en estos momentos.
Es preciso por último ganar a ETA la batalla de la historia. No puede haber justificación alguna para esos criminales en la sociedad vasca. Los terroristas han deslegitimado con la sangre de cientos de inocentes los fines políticos que pretendían alcanzar con el terror. Es preciso que se avergüencen de su pasado, que pidan perdón a sus victimas, que se arrepientan de todos y cada uno de sus actos criminales. No podemos consentir que sean los derrotados los que escriban la historia y pretendan impartirla en las escuelas vascas. La historia es siempre la última batalla que debe vencerse.
Tenemos ahora ante nosotros una oportunidad histórica de derrotar definitiva y totalmente a ETA. Gracias al sacrificio de miles de victimas que jamás han claudicado ante el dolor, al heroísmo de miles policías y guardias civiles que han dejado lo mejor de su vida luchando contra ETA, a la valentía de cientos de fiscales y jueces que han juzgado y condenado con rigor a cientos de terroristas, al coraje democrático de miles de concejales que no han claudicado jamás ante las amenazas, al arrojo de cientos de periodistas que se han jugado la vida por ejercer su libertad de expresión, a la entereza de miles de funcionarios de prisiones que han custodiado a los terroristas sin miedo y a la determinación colectiva de una sociedad que hace ya tiempo gritó ¡Basta Ya! ante una barbarie que se hacía insoportable. Jamás perdonaríamos a quiénes desaprovecharan esta nueva oportunidad buscando atajos que pretendieran acortar la distancia para la desaparición de ETA, pero que en realidad nos alejaran definitivamente de la victoria.