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A PRÓPÓSITO DEL INFORME PISA

Zapatero y la educación paterna

La última entrega del Informe PISA coloca a España por debajo de la media OCDE en las principales áreas de conocimiento. Deben de haber seleccionado para el estudio a esos pocos colegios públicos que aún cuentan con maestros no logsizados; si no, no se explica que no estemos directamente en el furgón de cola. ¿O es que por ahí fuera también ha hecho estragos la educación comprehensiva?

La última entrega del Informe PISA coloca a España por debajo de la media OCDE en las principales áreas de conocimiento. Deben de haber seleccionado para el estudio a esos pocos colegios públicos que aún cuentan con maestros no logsizados; si no, no se explica que no estemos directamente en el furgón de cola. ¿O es que por ahí fuera también ha hecho estragos la educación comprehensiva?
Sea como fuere, lo cierto es que el fracaso de la educación pública a la hora de transmitir los conocimientos básicos no hace sino confirmar que la revolución que ha experimentado la enseñanza española de la mano de la Logse y sus secuelas ha alcanzado sus objetivos.
 
En lo relacionado con la educación pública, el principal objetivo de los Estados antes del gran salto adelante impulsado por los psicopedagogos de nuevo cuño era fomentar la movilidad social. Lo que se pretendía era que, gracias a una educación de calidad, el talento y el esfuerzo, aquellos que menos tenían pudieran acceder a unos niveles de vida superiores a los que les auguraban sus condiciones familiares.  
 
Cuando la sociedad ha alcanzado unos niveles de bienestar que hacen innecesario el seguir procurando un servicio que ya prácticamente todo el mundo podría agenciarse por su cuenta, surge una nueva tendencia, debida a los burócratas (lo de que el órgano crea la función jamás fue tan cierto), según la cual la educación estatal es más necesaria que nunca porque de lo que se trata, ahora, es de formar buenos ciudadanos.
 
Zapatero.Sin embargo, la idea de buena ciudadanía que tienen los políticos y los burócratas no tiene por qué coincidir con la de quienes no están en el cotarro socialdemócrata. De hecho, en realidad son concepciones antitéticas, como lo prueba la contestación popular, cada vez mayor, a esa asignatura con la que se quiere adoctrinar en el socialismo a los escolares españoles: Educación para la Ciudadanía.
 
Las relaciones entre la escuela y la familia, y las responsabilidades inherentes a cada ámbito de la vida del niño, han cambiado por completo. Si tradicionalmente la escuela enseñaba y los padres educaban, ahora sucede todo lo contrario. No de otra forma cabe entender la última, digamos, reflexión de Z, según la cual el hecho de que el alumnado español esté rondando el analfabetismo estructural es principalmente culpa de los padres.
 
La situación de la educación pública, una auténtica vergüenza nacional, no parece incomodar en absoluto a nuestras autoridades educativas ni, mucho menos, a Z. Lo único que podría hacerles plantearse que quizá estén fracasando en sus objetivos sería que los niños españoles no estuvieran lo suficientemente sensibilizados con la agenda política de la izquierda. Pero, afortunadamente, nuestros estudiantes saben de sobra que el cambio climático está causado por la avaricia de las sociedades capitalistas, que los países ricos lo son porque roban a los pobres, que la identidad sexual es algo que se elige después de probar varias (si no todas) las posibilidades y que el socialismo es bueno porque busca la igualdad.
 
Mientras la escuela pública siga produciendo hornadas de ciudadanos adoctrinados en la ideología omnipresente del progresismo, cualquier informe técnico sobre las carencias detectadas en las materias clásicas no dejará de ser una anécdota que, por lo demás, cabrá achacar a los padres, por no desempeñar como es debido su labor. Que no consiste ya en transmitir a sus hijos un determinado sistema de valores morales, sino en hacer lo que la escuela pública dejó de hacer hace varias décadas: enseñar.
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