Es sorprendente la falta de perspectiva histórica con la que se aborda el conflicto (guerra interminable) de Oriente Medio en España. Ignorar las raíces del enfrentamiento, las causas y consecuencias de las campañas bélicas que allí han tenido lugar junto con un antisemitismo natural y, en general, inconsciente lleva a la simplificación desde la cual es imposible aportar elementos constructivos en la búsqueda de una solución realista, mucho menos razonable En un libro recientemente publicado en los Estados Unidos, Six Days of War, June 1967 and the Making of the Modern Middle East, Michael Oren aporta esa perspectiva. La Guerra de los Seis Días, con la fulminante victoria Israelí, moldeó el Oriente Medio que ha llegado a nuestros días y a partir del cuál hay que buscar la paz. Antes de iniciarse dicho conflicto Gaza era egipcio y Cisjordania, junto con la mayor parte de Jerusalén (toda la zona antigua incluido el muro de las lamentaciones), era jordano. Una pregunta sin aparente respuesta es por qué egipcios, jordanos y el mundo árabe (y no árabe) en general exigen hoy un estado palestino que ellos podían haber creado entonces. El rechazo a la existencia del estado de Israel les llevó entonces a la guerra, y sus repetidas y humillantes derrotas militares les llevan a clamar hoy por una paz que implica ignorar su belicismo previo.
Los egipcios reocupan el Sinai alentados por los soviéticos. Tras ocupar el Sinai, Egipto "cierra" el por entonces vital estrecho de Tiran a Israel, acción que es considerada por éstos como una agresión. Así se enciende una mecha que el mundo árabe esperaba supusiera el fin del estado de Israel, pero que resultó una derrota militar inapelable de Egipto, Jordania y Siria.
Al leer el libro de referencia, sorprende el asimétrico papel que jugaron los Estados Unidos y la Unión Soviética en el conflicto. Unos, los soviéticos, empujando a los árabes al conflicto, los otros, los americanos, conteniendo a los israelíes e intentando evitar una escalada del conflicto que implicara su intervención, inmersos como ya estaban en la guerra del Vietnam. La asimetría fue tal que, mientras los Israelíes se sintieron abandonados y solos ante "el momento de la verdad" (no se debe olvidar que perder una guerra en el caso de Israel supone su fin) y el embargo de armas se les aplicó con rigor, los egipcios, que habían perdido la práctica totalidad de su fuerza aérea a las horas de iniciado el conflicto y sin que un solo caza alzara el vuelo, ya tenían garantizados nuevos MIGs soviéticos a través de Argelia antes de acabada la guerra, estos es, a los cuatro días de iniciado el conflicto.
Cuando en Egipto la realidad del desastre era evidente se inició una campaña de mentiras para esconder el despotismo, corrupción y desvergüenza causantes de la derrota. En Egipto se oficializó la versión de que a la fuerza aérea israelí se habían unido aviones americanos e ingleses que explicarían una destrucción masiva e inmediata de la fuerza aérea egipcia. Esa versión era una falsedad. La "gran mentira" hizo de Estados Unidos, que tuvo un papel más que moderado en este conflicto, el gran enemigo del mundo árabe. Estos elementos de propaganda inventados por regímenes sátrapas para sobrevivir mediante la unidad interna frente al virtual enemigo exterior son el germen de los Ben Laden y fundamentalistas a los que, paradójicamente, muchos en occidente creen producto natural de reacción frente a la política exterior americana. Son más producto de la falta de libertad y democracia en naciones que hacen de la propaganda, la mentira y de los tontos útiles occidentales una útil fuente de supervivencia.
Al poco de acabar la guerra y habiendo sobrevivido por el "espontáneo" apoyo popular que le hizo retirar su renuncia, Nasser, tras aleccionar a un grupo de militares de que debían ignorar sus declaraciones públicas de búsqueda de soluciones políticas como camino para la paz, añade que "...necesitamos de tres a cuatro años para estar en condiciones de emprender una operación de envergadura que rectifique las consecuencias de la agresión [israelí], pero debemos esconder nuestros preparativos bajo la actividad política para convencer a nuestros amigos, la Unión Soviética, la primera, de que hicimos todo lo posible dentro del marco de las Naciones Unidas...
El mundo árabe rechazó la resolución original de la ONU en la que se establecía le creación del estado de Israel y del estado Palestino (ninguno de los dos existía previamente) con la esperanza de "echar a los israelíes al mar". La esperanza de acabar, por la fuerza, con los israelíes perduró, como muestra la cita de Nasser, hasta que la imposibilidad de alcanzar tal objetivo mediante la guerra se reveló cierta. Tras esta certidumbre, los árabes piden una paz que tenían en sus manos hace muchas décadas y que ignora los conflictos bélicos que ellos iniciaron en el pasado. Israel no acepta como punto de partida el statu quo previo a la guerra del 67 a la hora de diseñar la paz.
Cuando llegue la paz no creo que difiera mucho de la planteada por el primer ministro Barak y rechazada por Arafat hace un par de años. Con sorprendente sincronía la "segunda intifada" se inició a los pocos días de dicho fracaso. A Barak el intento le costó el cargo, Arafat, como Nasser en el 67, tiene más suerte, pues no hay que responder ante las urnas ni ante una prensa libre por sus actos. Sobre Estados Unidos todo quedó dicho tras los atentados del once de septiembre. El futuro no se puede construir dando la espalda al pasado, pero al de verdad.
Michael Oren, Six Days of War, June 1967 and the Making of the Modern Middle East. Oxford University Press, June 2002, 512 páginas.