Artículo originalmente publicado en La Gaceta de Los Negocios.
El pasado día 12 de abril murió, a los noventa y cuatro años de edad, Marjorie Grice-Hutchinson, economista e historiadora, que, a lo largo de su dilatada existencia, realizó algunas aportaciones fundamentales para entender la evolución de las ideas económicas en nuestro país. Nacida en Inglaterra, falleció en Málaga, ciudad a la que estuvo especialmente ligada durante la mayor parte de su vida.
En el campo de las ideas económicas, Marjorie Grice-Hutchinson es conocida internacionalmente por sus trabajos sobre la escolástica española, y, en especial, por ese grupo de autores que, agrupados bajo el nombre de Escuela de Salamanca, anticiparon algunas ideas interesantes sobre el funcionamiento de los mercados y la circulación monetaria. La aportación a la economía más importante que realizaron los escolásticos españoles de la época —con nombres tan relevantes como los de Vitoria, Domingo de Soto, Molina o Covarrubias— consistió en ofrecer una explicación bastante clara de uno de los principios básicos de la teoría económica de todos los tiempos: la idea de que las variaciones del nivel general de precios tiene en su origen un crecimiento de la cantidad dinero. Este modelo pasaría a ser conocido con el nombre de teoría de la cantidad o teoría cuantitativa del dinero. Los teólogos de Salamanca —en especial de Martín de Azpilcueta— formularon este principio, a mediados del siglo XVI, en el marco general de los problemas morales que las cuestiones monetarias venían planteando a la doctrina cristiana casi desde sus orígenes. El problema concreto que se presentaba en nuestro país en aquella época era determinar por qué subían los precios sin que el rey envileciera la moneda. Al menos desde el Imperio Romano era bien sabido que cuando el príncipe quería obtener ingresos extraordinarios, y para ello reducía la cantidad de metales preciosos que contenían las monedas, los precios subían, porque el dinero con el que se pagaba era de peor calidad. Pero no era esto lo que sucedía en el siglo XVI. Por entonces los precios subían, aunque el dinero no había sido envilecido. La razón era, como indicaron estos autores un problema de oferta y demanda. Si la cantidad de dinero crecía —lo que sucedía a causa de las remesas de metales preciosos provenientes de América— en mayor proporción que la renta real del país, había que entregar más monedas para conseguir la misma cantidad de mercancías; o, en otras palabras, los precios subían.
Fue Friedrich von Hayek, catedrático en Londres en las décadas de 1930 y 1940, quien en su día animó a la entonces joven estudiante a investigar sobre estos autores tan poco conocidos en aquellos años. El resultado fue un libro que garantizó una referencia a Grice-Hutchinson en todas las obras de historia del pensamiento económico, The School of Salamanca: Readings in Spanish Monetary Theory, 1544-1605, publicado por la Clarendon Press de Oxford el año 1952. Sin prisa, pero sin pausa, nuestra autora prosiguió sus investigaciones; y en 1978 publicó su segunda obra relevante en este campo, Early Economic Thought in Spain, 1177-1740.
Conocí a Marjorie hace muchos años, gracias un buen amigo común, Lucas Beltrán, que compartía con ella, además de su interés por la historia de las doctrinas económicas, el hecho de haber tenido también como maestro a Hayek en Inglaterra. Cuando el profesor Beltrán se jubiló el año 1981, colaboramos ambos en su libro homenaje. Marjory Grice-Hutchinson dio esta vez un salto de algunos siglos para dedicar un artículo a un economista de principios del siglo XIX, Manuel María Gutiérrez, traductor de Say y Destutt de Tracy, y titular de la primera cátedra de comercio y economía política creada en Málaga, el año 1818. Recuerdo que cuando fuimos presentados lo primero que me comentó fue que conocía bien un catálogo de traducciones al español de libros de economía publicadas en el siglo XIX, que yo había elaborado tres o cuatro años antes; y creo que podría haber dicho cosas similares a cuantos escribieron algo sobre historia de la economía en aquella obra.
Más tarde coincidí con ella en diversas ocasiones; y tuve el honor de colaborar en la obra homenaje que, hace apenas tres años, le dedicó la Universidad de Málaga en un número monógráfico de sus Cuadernos de Ciencias Económicas y Empresariales. El recuerdo más vivo que tengo de ella se remonta, sin embargo, a su nombramiento como doctora honoris causa por la Universidad Complutense, que —si la memoria no me falla— tuvo lugar en Segovia, en un ambiente que encajaba perfectamente con la obra por la que era homenajeada. Llegó de Málaga con un brazo roto, resultado de una reciente caída, y su preocupación principal era cómo podría cumplir con los requisitos de la ceremonia en su estado físico, lo que superó con la elegancia y saber hacer que siempre la caracterizaron.
Para la mayoría de los economistas interesados por problemas históricos, el nombre de Grice-Hutchinson está ligado a sus libros y a sus trabajos científicos. Quienes la conocimos personalmente sabemos que, además de una investigadora notable, Marjorie era una persona entrañable, cuyo recuerdo estará siempre con nosotros.