Hace unos años me encontraba buscando un libro sobre desarrollo infantil. Para mi sorpresa, no lo vi en la vasta sección sobre la materia que poseía la librería de marras. Cuando pedí a la dependienta que mirase a ver si lo tenían, consultó el ordenador de la tienda y me dijo que sí, que tenían ejemplares; en la sección de autores negros. Yo no tenía ni idea de cuál era la raza del autor, y de haberlo sabido no le habría concedido la más mínima importancia, pero nuestras escuelas y universidades han sumido a millones de personas en esa nueva santísima trinidad de la Raza, la Clase y el Sexo.
Volví a pensar en todo esto hace poco, cuando comprobé que mi más reciente obra, A Man of Letters (Un hombre de letras), había sido clasificada bajo el rubro de "intelectuales afroamericanos". Pues bien, mi libro tiene tanto que ver con los intelectuales negros –por cierto, ni siquiera empleo el término afroamericano– como el libro infantil de que hablaba antes con la raza. El otro día acudí a una de las librerías con que cuenta la cadena Borders en San Francisco y vi que A Man of Letters se encontraba en la sección de Política y Administración. Afortunadamente, se habían saltado a la torera la susodicha clasificación.
A Man of Letters es una antología de fragmentos de cartas que he o me han escrito en el último medio siglo. Son cartas en las que se habla de educación, economía, derecho, medios de comunicación, el Tercer Mundo; incluso, aunque muy pocas veces, de intelectuales negros. Como esas cartas dan asimismo cuenta de cosas que me han pasado, puede que al libro le cupiera mejor la consideración de autobiografía; sea como fuere, me llenó de felicidad verlo en la sección de Política y Administración y no arrumbado en un gueto racial al que es improbable que la gente se asome en busca de una obra de su estilo.
En definitiva: los casos que estoy refiriendo son sólo unos pocos ejemplos de cómo esta generación (especialmente sus miembros más "educados") ha consentido que lo simbólico quede por encima de los contenidos.
Todo aquel que tenga dos dedos de frente coincidirá en que es absurdo perder ventas para mayor gloria del simbolismo. Lo malo es que son legión los que no se paran a pensar si están cayendo en las garras de alguna moda conceptual. La noción de que con la creación de secciones especiales para ellos se está rindiendo tributo a los escritores negros ("afroamericanos") no es sino una de esas vainas de moda que no tienen en cuenta las consecuencias.
Hay ocasiones en que las consecuencias negativas son muy graves. Así, en A Man of Letters reproduzco una carta de mi amigo y colega Walter Williams en la que me informaba de que, en un hospital que él conocía bien, había una norma no escrita contra la imposición de suspensos a los estudiantes negros de Medicina. En otras cartas se habla de prácticas similares en otros lugares, incluida la Facultad de Medicina de Harvard en los años 70. Por lo visto, se dio preferencia al simbolismo de contar con un mayor número de estudiantes negros en vez de a la consideración de las consecuencias de poner en circulación médicos no cualificados para ejercer su profesión, aun a riesgo de poner en peligro las vidas de sus futuros pacientes.
Una de las causas que explican el hecho de que la gente no se pare a pensar en cosas como éstas reside en el bienestar con uno mismo que procura el estar a bien con el simbolismo. Puede uno pasarse la vida provocando desastres y, sin embargo, sentirse tan a gusto por mor de la sensación de que uno está haciendo lo correcto.
¿Que, por ejemplo, los autores negros se tienen que conformar con unos niveles inferiores de ventas? Pues qué se le va a hacer. Tampoco es para tanto...