En las fiestas de los vecinos, la mejor opción es la de unirse; la alegría merece compartirse. No así en las peleas entre vecinos. De ésos hay que distanciarse hasta donde se pueda. Por consiguiente, con mayor razón habrá que hacerlo de las disputas entre Perú y Bolivia. Ambos países han tenido desavenencias desde siempre y ahora los vuelven a tener con la llegada de Evo Morales. El presidente está ideologizado y aunque protesta contra el imperialismo, su marxismo-leninismo lo conduce a interferir en otras naciones.
Entre Perú y Bolivia hay historia áspera, confederaciones y anexiones que finalizaron mal; hubo disputas territoriales, discrepancias políticas y, últimamente, irritantes diferencias personales e ideológicas entre sus gobernantes. Evo Morales y Alan García no se soportan. Entrometernos en esa gresca puede ser contraproducente y hasta pueden terminar siendo aliados en contra nuestra. Ha sucedido.
En todo caso, el distanciamiento chileno debe ser equilibrado, y no lo está siendo. Aumenta la distancia con Alan García y se mantienen cercanía y ambiguas promesas con Evo Morales. Esa situación es inconveniente: los principios e intereses compartidos con Perú son superiores a aquellos con el país altiplánico. Evo Morales se eterniza en el poder y lo totaliza, debilita sus instituciones; convulsiona a su país y a la región. En su gobierno hay incompetencia y desbordes que favorecen la corrupción y el narcotráfico. Al igual que su mentor, Hugo Chávez, no oculta su apoyo a Ollanta Humala y persigue a opositores más allá de sus fronteras. Evo y Chávez se han unido nuevamente en contra de Alan García porque el presidente peruano se atrevió a prestar asilo a disidentes políticos venezolanos y bolivianos.
El Gobierno chileno ha guardado silencio ante estos atropellos y el próximo mes le extenderá la alfombra roja en su visita a Chávez. Entre tanto, las relaciones con Perú y con Alan García se han enfriado, justificadamente, por el desconocimiento de los tratados que delimitan la frontera marítima y por su patrocinio ante la Corte de La Haya.
No conviene guardar la misma equidistancia con Chávez, Morales y García. Perú y Alan no pueden confundirse con los mandatarios de Bolivia y de Venezuela. Tal vez sin advertirlo, no estamos alejando más de Alan García que de los promotores del socialismo del siglo XXI. Mala señal ante la comunidad internacional. El equilibrio aconseja una agenda más constructiva con Alan García y una mayor distancia con Chávez y Morales.