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Guillermo Hirschfeld

Un océano de oportunidades

Los países latinoamericanos, que pueden encontrar en España un buen hub político y empresarial para penetrar en el Viejo Continente.

Las Cumbres Iberoamericanas tienen una larga trayectoria. Formalmente, los encuentros de la familia iberoamericana nacen en Guadalajara, México, en 1991. Sin embargo, aunque aquella fue la primera reunión institucional de jefes de Estado y de Gobierno iberoamericanos, es innegable la preexistencia de una comunidad de más de seiscientos millones de personas que comparten una lengua, una cultura, una historia y una comunidad de derecho que une dos continentes.

Durante el transcurso de este periodo, en las cumbres se han redoblado los esfuerzos para impulsarlas y renovarlas. Por ejemplo, en la XII Cumbre (Bávaro) y en la XIII (Santa Cruz de la Sierra) se acordó la institucionalización de las cumbres con la creación de la Secretaría General Iberoamericana.

Todo indica que en la inminente Cumbre de Panamá se abrirá una nueva etapa en el sistema de cumbres. El objetivo será llevar a cabo el aggiornamento necesario para adaptar las cumbres a los cambios que está experimentando el mundo en general, los países de la comunidad iberoamericana en particular y los otros procesos de integración regional que están marcha.

La mayoría de los análisis seguramente valorarán el éxito de la Cumbre en función del número de jefes de Estado y presidentes que asistan. No es un enfoque correcto, pues, aunque es cierto que las posibles ausencias quizá indiquen que no se están logrando los objetivos políticos y de integración plenamente, lo importante trasciende la foto de familia.

Por ejemplo, en el ámbito de los países iberoamericanos, la consolidación de la Alianza del Pacífico es uno de los acontecimientos más significativos acaecidos desde la Cumbre del año pasado, en Cádiz. La Alianza avanzó en cuestiones concretas y viables valiéndose de un pragmatismo eficaz y apoyándose en su naturaleza abierta y complementaria a otros procesos de integración.

Sin menoscabo del éxito de la Alianza del Pacífico, la Comunidad Iberoamericana tiene la ventaja de ser un proceso en el que se integran veintidós naciones soberanas de dos continentes. Esta riqueza es de enorme valor para España, pues le permite formar parte de un proceso de integración que abarca América y también Europa. Al mismo tiempo, también es un medio muy útil para los países latinoamericanos, que pueden encontrar en España un buen hub político y empresarial para penetrar en el Viejo Continente.

En definitiva, la Comunidad Iberoamericana alberga un océano de oportunidades. Quienes así lo entendemos creemos que el vigor de aquélla reside en una agenda que debería ser todavía más propositiva. Es decir, que contenga una serie de propuestas libres de retórica estéril y que aborden de lleno las cuestiones relevantes. Una agenda que contemple un espacio común de conocimiento, o Erasmus Iberoamericano, lo que dotaría a la región de una plataforma para el intercambio de profesores, alumnos y emprendedores. Un programa que ponga en valor el talento y que genere mecanismos factibles para la realización de prácticas profesionales en otros países, asunto clave para la generación de empleo. La agenda debería fundamentarse en la complementariedad, la cooperación y la competitividad de las economías de las naciones iberoamericanas, en la línea de proyectos como el Convenio Multilateral Iberoamericano de Seguridad Social. Una agenda que impulse una política de visados y migratoria común para el libre tránsito de directivos, empleados y profesionales de las cada vez más pujantes empresas multilatinas. Una agenda que avance en la armonización del derecho fiscal, laboral y mercantil, y que aborde cuestiones tan relevantes como la doble imposición. Todo esto, en definitiva, para facilitar la libre prestación de servicios y establecimiento de empresas dentro de la Comunidad.

La Cumbre Iberoamericana de Panamá seguramente servirá para trabajar en esa sustanciosa hoja de ruta. Porque sólo así podremos contemplar el nuevo despertar de una Comunidad, la nuestra.

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