Hay algo peor que el Gobierno no ejecute una reforma necesaria, y es que haga un paripé con el que pretenda convencernos de que ya la ha llevado a cabo. Tal fue el caso de aquella reforma del mercado laboral que Zapatero ejecutó poco tiempo antes de dejar el Gobierno y, en mucha menor medida, la bien orientada pero claramente insuficiente de Rajoy.
Ahora parece que nos toca asistir a otro monumental paripé con el que el Gobierno de Rajoy nos anuncia por fin una "reforma de las Administraciones Públicas". Pero antes hagamos un poco de memoria: casi un año antes de que el PP llegara al Gobierno, la fundación FAES de este partido publicó "Por un Estado autonómico racional y viable", un estudio muy completo que reclamaba una profunda reforma de nuestro modelo autonómico, muy en la línea del que tiempo antes había publicado la fundación de UPyD y denominado "El coste del Estado autonómico".
El caso es que, al llegar al Gobierno, en lugar de anunciarnos la puesta en marcha de una reforma inspirada en este estudio de su propio partido de cara a erradicar las duplicidades y contribuir al adelgazamiento y eficiencia de nuestro sobredimensionado sector público, Rajoy dijo, ya bien entrado abril de 2012, que "ni se planteaba" una reforma de esta índole. A finales del pasado año, sin embargo, la vicepresidenta Soraya, si bien eludió airar a los nacionalistas mentando la bicha de la "reforma autonómica", sí nos anunció la creación de una "Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas".
Ahora, más de seis meses después, la Comisión de marras ha dado a luz un tocho de más de mil páginas que, según asegura un voluntarista titular de portada de ABC, ha despertado "el aplauso del empresariado español". Dudo mucho de que haya un solo empresario en España que se haya leído la propuesta de reforma, que todavía no han recibido muchos presidentes autonómicos. Pero a la vista del discurso de presentación del informe que hizo Rajoy, nos podemos hacer una buena idea de su escasísima ambición reformista. Y es que de un presidente que ve como cosa normal que nuestro sector público engulla casi la mitad de la riqueza nacional, o al que no le alarma su demencial ritmo de endeudamiento, no cabe esperar muchas medidas de adelgazamiento y erradicación de duplicidades.
En cualquier caso, lo más patético de este ejercicio de cosmética es que ahora le toca ser sometido a negociación con las comunidades autónomas y demás entes implicados, por lo que mucho nos tememos que vamos a esperar eternamente antes de ver su puesta en práctica. Lo único que pido es que nadie nos diga, mientras esperamos, que la reforma ya se ha llevado a cabo.