Con ocasión de la brutal sequía que padece la provincia de Alicante –la peor de los últimos 150 años–, Dieter Brandau ha tenido el acierto de entrevistar a Eladio Aniorte, presidente de la Asociación de Jóvenes Agricultores, a quien no le falta razón al denunciar el "abandono político" que sufre esta provincia, que con menos de la décima parte del agua dulce que el Ebro vierte al mar vería de sobra resuelto el dramático problema que padece.
De hecho, una de las más silenciadas muestras de la continuidad del zapaterismo bajo las siglas del PP es el mantenimiento de una delirante política hídrica contraria a los trasvases que ha dejado en papel mojado –más bien, seco– las promesas de Rajoy de revitalizar el Plan Hidrológico Nacional y llevar agua sobrante del Ebro al sediento litoral levantino.
Aquel plan, que ya disponía de toda la financiación necesaria, incluidos los más de 4.000 millones de euros provenientes de Bruselas, y el consenso del Consejo Nacional del Agua, que agrupaba a las asociaciones de regantes, confederaciones hidrográficas y administraciones públicas, fue abortado por el Gobierno de Zapatero, que cedió a las presiones de sus socios separatistas. Rajoy, que tanto criticó la derogación del PHN, pronto se olvidó de sus promesas una vez llegado al Gobierno. Desde entonces, y a pesar de su mayoría absoluta, ni el presidente ni su lenguaraz exministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, se han atrevido siquiera a mentar la palabra trasvase, tal y como hacían sus antecesores socialistas en el cargo.
Además de constituir una de las más clamorosas promesas incumplidas del PP, el persistente y vergonzoso muro que separa la España seca de la España húmeda es también muestra concreta de esa "quiebra de la unidad de España" que algunos ridiculizan como si de un movimiento sísmico se tratara.