No han llegado a alcanzar el triunfo que los nacionalsocialistas obtuvieron en Alemania en las elecciones de julio del 32, pero casi: con casi 1.134 ediles y 313.321 votos, la coalición electoral con la que, según el Supremo, la organización terrorista ETA pretendía –y, gracias al Constitucional, ha conseguido– burlar la Ley de Partidos, se ha convertido en la primera fuerza política del País Vasco en número de concejales.
Lo de menos, con ser gravísimo, es la información, el altavoz propagandístico o las multimillonarias subvenciones que este brazo político de ETA va a obtener de su acrecentada presencia institucional. Lo peor es la perversa dinámica que Bildu va a imponer a nuestra democracia, sabiendo, como todos fingen ignorar, que su brazo armado ni se ha disuelto, ni ha entregado las armas, ni, menos aun, arrepentido de su largo y criminal historial de "lucha armada". Por el contrario, nos encontramos con una organización terrorista, que ha dejado meridianamente claro que va a tutelar todo el proceso según el cual, su renuncia estratégica y temporal a la violencia directa, debe ir paralela a la consecución de los objetivos secesionistas y totalitarios por los que ha venido en el pasado intercalando treguas y tiros en la nuca.
Frente a esto, algunos buscarán consuelo en la no menos apabullante victoria que el partido de Rajoy ha conseguido en el conjunto de España; indiscutible victoria que, de confirmarse en las generales, permitiría, en principio, hacer realidad la promesa de Aznar de echar a Bildu de las instituciones, conforme a la letra y el espíritu de la Ley de Partidos, traicionados ambos por la actual mayoría "progresista" de magistrados del Constitucional.
Sin embargo, está por ver que Rajoy se atreva en el futuro a poner en riesgo esta "oportunidad para la paz" con la que Zapatero se quiere despedir y con la que tantos encubren y silencian el chantaje de ETA. Esta chantajista "oportunidad para la paz" exige no sólo la ya consentida permanencia proetarra en las instituciones, sino también que prosiga el proceso de excarcelación de terroristas y un cambio en el marco jurídico-político del País Vasco, que, sin olvidar a Navarra, haga realidad el compromiso de Zapatero de que "con la paz, todo tendrá cabida, tenga el alcance que tenga", incluido, naturalmente, "el derecho a decidir de los vascos".
Un Gobierno del PP que se opusiera a la "pacífica" demolición de nuestra nación como Estado de Derecho, en la que estamos inmersos, se arriesga a que la violencia, el derramamiento de sangre y el "esto nos pasa por un gobierno facha" puedan volver a ser determinantes para desbancar a un Gobierno legítimo, tal y como ya ocurrió del 11-M al 14-M, con la inadmisible excusa de que sus autores eran galgos y no podencos.
Zapatero se irá, pero su nihilismo ha dejado incubando en nuestra democracia un huevo, en el que late, y seguirá latiendo, una serpiente.