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Guillermo Dupuy

El riesgo de la dispersión del regeneracionismo

Tenemos que ser conscientes de que la fuerza de representación del descontento se puede perder tanto por ausencia de conductos como por su exceso.

Tenemos que ser conscientes de que la fuerza de representación del descontento se puede perder tanto por ausencia de conductos como por su exceso.

Tras haber venido denunciando desde hace tiempo lo que he denominado "la corrupción ideológica del PP", no puedo más que mostrar la enorme simpatía que me produce la aparición de Vox y su pretensión de ser una alternativa regeneradora a la actual partitocracia desde el ámbito de la derecha liberal-conservadora.

Ahora bien, les engañaría si les ocultase la preocupación que, al mismo tiempo, siento del riesgo de fraccionamiento del descontento que causan los dos grandes partidos nacionales ante la irrupción de un nuevo partido que trata de canalizarlo junto a otros de reciente aparición como UPyD y Ciutadans.

Aunque no sea insensible a las diferencias ideológicas que puedan distinguir a Vox de las formaciones que lideran Albert Rivera y Rosa Díez, y aunque me sienta, de hecho, más identificado con lo que le he escuchado siempre a Santiago Abascal y a muchos que no tardarán en acompañarle, creo que, ante la crítica situación que padece España como nación y Estado de Derecho, esas legitimas diferencias palidecen y hacen mucho más relevante lo que estas tres nuevas formaciones tienen en común.

Tenemos que ser conscientes, sobre todo, del enorme coste electoral que la Ley D'Hondt impone a los partidos que, estando llamados a entenderse, se presentan en candidaturas separadas. Aún recuerdo el enorme coste que en 2001 tuvo para Mayor Oreja y Redondo Terreros el que no plasmaran su pretensión de gobernar juntos el País Vasco en una candidatura única, y lo bien que les salió, por el contrario, a PNV y a Eusko Alkartasuna su coalición electoral, orillando para mejor ocasión lo del ámbito del centroderecha y el centroizquierda.

Aunque esas diferencias ideológicas sean decisivas en una situación normal o en una reducida a una crisis económica, la que padece España por culpa de la degradación de los dos grandes partidos, supuestamente nacionales, no lo es en absoluto.

Lejos, pues, de mi intención apelar a un supuesto mal menor y a un voto falsamente útil para que se vote a uno de los dos grandes partidos envilecidos. Entre otras cosas, porque no concibo mal mayor que esta continuidad del zapaterismo bajo las siglas del PP a la que nos condenan el acomodaticio carácter de Rajoy y la falta de principios ideológicos de la que ha hecho gala su partido, así como no pocos medios de comunicación.

Sin embargo, desde mi temor al sistema D'Hondt, y desde la conciencia de que la fuerza de representación del descontento se puede perder tanto por ausencia de conductos como por su exceso, sí pido desde aquí a los dirigentes de Vox, de Ciutadans y de UPyD que, ante la crítica situación de España, hagan un esfuerzo, no ya por votar juntos, que eso lo tendrían fácil en lo más importante, sino por pedir juntos el voto en una futura, aunque no muy lejana, coalición electoral.

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