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Guillermo Dupuy

Cambio, ¿qué cambio?

Nada ha cambiado que no sea para que Cataluña prosiga en su proceso paulatino de ruptura y decadencia, mientras casi la mitad de su población sigue instalada en la abstención, no menos inmovilista.

El que no se consuela es porque no quiere. Y prueba de ello son los fantásticos titulares y editoriales de la prensa supuestamente nacional de centro derecha respecto a los resultados electorales en Cataluña del pasado domingo. Que si "el centro derecha arrasa en Cataluña", que si "cambio de ciclo", que si "el cambio comienza en Cataluña". Eso, por no hablar de los editoriales que con insuperable optimismo hablan de "giro a la moderación" o del "perfil moderado y posibilista" de CiU.

Evidente si nos fijamos simplemente en las siglas y en los escaños hay cambios innegables: los partidos que conformaban el tripartito se desploman; CiU consolida su liderazgo con 14 escaños más; una nueva formación separatista, la liderada por Laporta, irrumpe en escena con 4 escaños, mientras que el PP pasa a ser la tercera formación política en la comunidad autónoma, más por el desplome de Esquerra, que por un avance propio. Sin embargo, nada de esto supone un cambio real respecto al predominio nacionalista en Cataluña, ni respecto a los delirios identitarios, asfixiante intervencionismo y el enquiste de la corrupción que caracteriza a su clase política.

Especialmente patética si no fuera preocupante es la euforia en el PP, que no deja de ser reflejo de la de sus medios de comunicación. Se supone que los populares iban a "moderar" a Mas, el Ibarretxe catalán, un dirigente nacionalista radicalizado que ha hecho explícitas sus pretensiones soberanistas y su deseo de proseguir con un concierto económico que haga trizas lo que todavía no ha demolido el estatuto. El partido que encabeza Alicia Sánchez-Camacho, sin embargo, apenas ha logrado 67.800 votos más que en 2006, sin todavía recuperar el número de votos que logró Vidal-Quadras hace 15 años. La pretensión de Sánchez-Camacho de ser determinante para que CiU pudiera formar Gobierno (aspiraba incluso a alguna consejería) se queda, así, con un palmo de narices. CiU tiene margen para gobernar en solitario por mucho que no haya alcanzado mayoría absoluta. Pero el PP sólo tiene ojos para el desplome del PSC, por mucho que este no se haya traducido en un avance del constitucionalismo. Mientras tanto, la prensa de Madrid se pone patéticamente a presentar como a un moderado a quien, como Mas, los resultados electorales no le van a obligar en modo alguno a moderarse.

Total, que nada ha cambiado que no sea para que Cataluña prosiga en su proceso paulatino de ruptura y decadencia, mientras casi la mitad de su población sigue instalada en un no menos inmovilista abstencionismo. En esto va a consistir el supuesto "giro a la moderación" y "el cambio que comienza en Cataluña", con el concurso de una oposición que lo aplaude como comparsa.

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