"La rendición por la rendición, va a ser que no". Como si la propia dirección de ETA no lo hubiese vuelto a dejar terriblemente claro en su último comunicado de cese temporal y condicionado de la violencia, el diario El Mundo se siente en la necesidad de hacer públicas unas manifestaciones del colectivo de presos de ETA, el autodenominado EPPK, cuya portavoz, la etarra y ex edil de HB, Ana Belén Egües, reitera que lo de la banda terrorista es un mero alto el fuego, no una rendición. En estas manifestaciones realizadas desde la cárcel, la portavoz de los terroristas presos asegura que "las armas sí tienen sentido", equiparando la función de los pistoleros con la del Ejército en su papel de garante constitucional. En esa línea, la etarra insiste en que el alto el fuego no es definitivo y que la tregua forma parte de una estrategia para "buscar que los agentes internacionales ejerzan presión sobre el Estado español".
Salvo denunciar el engañoso titulo del editorial con el que El Mundo comenta estas declaraciones –Un testimonio para abrir los ojos a quienes aun creen las palabras de ETA–, este testimonio no debería suponer revelación alguna para quienes no cierran los ojos ante los comunicados de ETA ni dudan de sus palabras. De hecho, puestos a denunciar, no el "optimismo del Gobierno y el PSOE", tal y como dice el editorialista, sino sus trampas o su ceguera voluntaria, más nos valdría fijarnos en la carta que este mismo colectivo de presos etarras hizo pública en el diario Gara el pasado 24 de diciembre, pocos días antes del último comunicado que hicieran los que siguen prófugos.
En dicha carta, los irredentos presos de ETA dejaban en evidencia –aunque no fuese este, lógicamente, el objetivo de su denuncia–, cómo el Gobierno de Zapatero/Rubalcaba ya ha empezado a pagar con medidas penitenciarias la ficción de "paz" en la que nos quiere instalar. Así, estos criminales presos denunciaban en esa carta cómo "con frecuencia tenemos a los representantes del Gobierno al lado de las puertas de estas celdas en que nos tienen presos, haciendo tal o cual propuesta u oferta, además de chantajes y amenazas. Andan llamando a la puerta, preso a preso, ofreciendo beneficios penitenciarios y opciones de salir a la calle si se firma tal o cual texto". Ese texto, con el que los presos de ETA lo que firman en realidad es su impunidad o cuasi impunidad, no es otra cosa que la "carta de arrepentimiento", gracias a la cual etarras tan sanguinarios como Txelis o la Tigresa están, efectivamente, a las puertas de la excarcelación o trasladados a cárceles del País Vasco.
Con esta carta, los irredentos de ETA dejaban en evidencia no sólo que dan por descontada su impunidad, sino que la consideran insuficiente. Dejan en evidencia también cómo el Gobierno de Zapatero sigue dispuesto a pagar por la "paz" un precio político tan esencial como es el derecho a la justicia, al que legítimamente no renuncian las víctimas del terrorismo. También deja en evidencia el escaso valor y la dudosa sinceridad de dichas "cartas de arrepentimiento" que, en realidad, no son otra cosa que pasaportes a la impunidad.
Esas forzadas cartas de arrepentimiento no son más que una trampa más, con la que buena parte de la clase política y mediática, ahora y en el pasado, nos ha hecho creer que los terroristas estaban en mejor disposición de la que realmente estaban. Aunque no sean más que "guiños de la mentira al crimen", tal y como las he calificado en anteriores ocasiones, hay quien nos los presenta como si de un habilidoso, y no contraproducente, juego del palo y la zanahoria se tratara. Sin embargo, no hay que ser experto ni en teoría de juegos ni en análisis económico del derecho penal para saber que esta zanahoria no hace más que debilitar el efecto disuasorio del palo.
La actividad terrorista, como toda acción humana, está ligada a subjetivos costes y beneficios esperados para el que piensa llevarla a cabo. La probabilidad de ser detenido es, sin duda alguna, uno de esos costes que operan en la ecuación mental –valga la indeseable expresión matemática– del terrorista a la hora de practicar o no la "lucha armada". Sin embargo, si la detención no va ligada a una pena duradera y, sobre todo, a una pena de cumplimiento cierto y efectivo, la disuasión que causa al terrorista se debilitará enormemente. A su vez, al cuestionarse el cumplimiento efectivo de la pena, el beneficio esperado que el terrorista imagina alcanzar se verá reforzado en su cabeza. Y es que si el Estado les ofrece privilegios en el ámbito penal, el terrorista tendrá más razones para pensar –aunque no fuesen ciertas– que por dejar de matar logrará que le paguen los beneficios políticos por los que ha estado matando.
Si al "final dialogado de la violencia" que ha imperado durante décadas como contraproducente paradigma para alcanzar el fin de ETA, sumamos el hecho de que Zapatero no sólo ha mostrado su disposición a "dar una salida a los presos" –tal y como dijo a Savater en casa de unos amigos comunes–, sino que también ha manifestado que "con la paz todo tendrá cabida, tenga el alcance que tenga", incluyendo en ello "el derecho a decidir de los vascos", pues eso: que mucho me temo que los etarras nos dicen la verdad cuando aseguran que "la rendición por la rendición, va a ser que no".