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Guillermo Dupuy

Acostados con "mata niños"

Ignoro si los elogios que Rubalcaba y Zapatero han brindado a la repugnante carta de los "presos políticos vascos" puedan ser constitutivos de un delito de apología del terrorismo. Lo que sé es que constituyen una no menos repugnante mentira.

Nada tiene de "inédito", y menos aun de "positivo", que el autoproclamado "Colectivo de presos políticos vascos" haya respaldado el llamado "Acuerdo de Guernika", al que tan buena acogida dos encapuchados de ETA ya dedicaron en Gara horas después de ser aprobado hace un año, entre otros, por el representante de su supuestamente ilegalizado brazo político, Rufi Etxebarria. Como se sabría meses después, ese Acuerdo de Guernica, con el que se había burlado públicamente y por enésima vez la ley de partidos, había sido diseñado por la propia ETA y no tenía por objetivo más que hacer pasar por exigencia de la "izquierda abertzale" lo que, en realidad, no era más que un estratégico alto el fuego "permanente, general y verificable" que la banda terrorista ya había prefigurado meses antes con el anuncio en la BBC del "cese de las acciones armadas ofensivas" y que, finalmente, haría suyo con el anuncio de "alto el fuego" de enero de 2011.

Ese "Colectivo de presos políticos vascos", que nada tienen que ver con los escasos etarras arrepentidos como Soares Gamboa, siempre se ha caracterizado por su obediencia a la dirección de la banda terrorista, tanto cuando esta ha declarado altos el fuego como cuando los ha dado por concluidos. La apuesta por "vías exclusivamente pacíficas y democráticas" que contiene el Acuerdo de Guernica, como lo contenía el antiguo Pacto de Lizarra, es la misma conocida expresión con las que los etarras envilecen las palabras "paz" y "democracia" y encubren sus, por otra parte, nada camufladas exigencias de amnistía y autodeterminación. Es por ello, perfectamente lógico que, en la cacareada "carta de los presos", como en el Acuerdo de Guernica, como en los propios comunicados de ETA, el arrepentimiento por el daño cometido brille por su ausencia, y en lo que se incida es en la exigencia de la derogación del ordenamiento jurídico de todo aquello que obstaculice la consecución de aquello por lo que ETA ha matado a casi un millar de personas.

Ya a principios de este año, el "colectivo de presos políticos vascos", por boca de su portavoz, la etarra y exedil de HB, Ana Belén Egües, había declarado su apoyo al Acuerdo de Guernica y al "alto el fuego de ETA", aclarando, con un elocuente "la rendición por la rendición va a ser que no", que lo de la banda terrorista era un mero alto el fuego, no una claudicación.

¿Nos hemos de extrañar ahora que quienes se autoproclaman "presos políticos" no muestren el menor arrepentimiento, pidan la "total amnistía" y se ciñan a la estrategia de alto el fuego de ETA? ¿Nos ha de sorprender que para reforzar esa falta de arrepentimiento que destila el Acuerdo de Guernica el "colectivo de presos políticos vascos" haya elegido ahora para su firma a Jon Agirre Agiriano, un asesino de un niño de trece años que jamás ha pedido perdón ni dado la menor muestra de arrepentimiento?

Buena parte de la clase política y mediática de nuestro país vuelve, sin embargo, a hacer trampas y a presentarnos a los etarras y sus presos en mejor disposición de la que están. Incluso aquellos políticos y medios de comunicación que califican de "insuficiente" el "paso" dado por los presos contribuyen al engaño. Incluso sean estos los que más lo fortalezcan, precisamente porque no se presupone en ellos condescendencia o complicidad.

Ignoro si los elogios que Rubalcaba y Zapatero han brindado a la repugnante carta de los "presos políticos vascos" puedan ser constitutivos de un delito de apología del terrorismo. Lo que sé es que sus calificativos de "inédito", "positivo" y un "paso hacia la paz" constituyen una no menos repugnante mentira que hubiera merecido una contundente crítica por parte del principal partido de la oposición.

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