Antes de lo que ahora se conoce como "los sorprendentes acontecimientos" de los 19 últimos meses –el rescate, el estímulo, la adquisición de la mayoría de los títulos de General Motors por parte del Gobierno, el maltrato a los acreedores de Chrysler, el Obamacare, etc.– la idea de presentarse a un cargo público nunca se le había pasado por la cabeza a Ron Johnson. Estaba, sin embargo, a punto de perder los papeles –llama a La rebelión de Atlas de Ayn Rand su "libro de cabecera" – y ahora está febril, en el subestimado sentido del Medio Oeste. Este fabricante de productos plásticos de 55 años de edad natural de Oshkosh es la encarnación del movimiento de protesta fiscal.
Es aseado, de pelo cano y no acostumbrado a llevar traje. Durante años ha ido a trabajar en vaqueros y deportivas, pero ahora, bajo presión marital, trata de tener aspecto de senador ("mi mujer me puso al día con los zapatos marrones"). Ha recibido el apoyo de la formación estatal y casi seguro ganará las primarias por la candidatura republicana para postularse contra Russ Feingold, que aspira a una cuarta legislatura en unos comicios en los que la titularidad de un cargo público se considera un fallo de carácter.
El ex gobernador republicano Tommy Thompson aventajaba a Feingold en las encuestas y centró la atención en el bando republicano antes de decidir no presentarse. Pero en estos comicios de resentimiento hacia la clase política, un profano como Johnson tiene muchas posibilidades de ser un candidato más fuerte que un ejecutivo reciclado. Johnson puede financiarse. Preguntado por la cantidad de su fortuna que va a gastar, si es necesario, su respuesta es tan simple como puntual: "Toda".
La temática de su campaña, toda una invitación a participar en un mitin de protesta fiscal, es: "La libertad antes que nada". ¿Y entonces? "Entonces hay que poner lo demás". Él saca gran parte de su "lo demás" de las páginas de opinión del Wall Street Journal. Y de un congresista de Wisconsin, Paul Ryan, cuya "hoja de ruta" para reformar las pensiones ha recibido los elogios Johnson. ¿Sanidad? "Mitch Daniels tiene la solución". El gobernador republicano de Indiana ha ofrecido a los funcionarios del estado la opción de abrir planes privados de ahorro para la jubilación con deducción fiscal, y el 70% de esos funcionarios lo prefieren hoy.
"El derecho más básico", dice Johnson, "es el derecho a conservar tu propiedad". Recordando los buenos tiempos en que, gracias a Ronald Reagan, el tipo impositivo máximo del impuesto sobre la renta era del 28%, Johnson dice: "Durante un breve espacio, fuimos libres en un 72%". La hija de Johnson –hoy enfermera en cuidados intensivos– nació con un defecto cardíaco grave. Las operaciones "cuando su corazón era solamente del tamaño de una ciruela" le hicieron apasionarse por la protección de los incentivos que dan lugar a médicos excelentes.
Feingold, de 57 años, es un objetivo difícil de batir. En las últimas encuestas viene rozando el 50% cuando se le compara con los potenciales rivales republicanos. Comprometido de por vida con la política tras tres años de Derecho, Feingold comenzó un periodo de 10 años como senador del estado, convirtiéndose entonces en senador nacional. Su cultivada excentricidad complica los intentos de presentarle como un izquierdista tradicional. En el año 1999 fue el único demócrata en votar contra la moción destinada a desestimar los cargos contra el presidente Clinton, y en el año 2008 votó en contra de la ya enormemente impopular legislación de rescate bancario.
La agitación de este año ya ha llegado a Wisconsin. Enfrentándose al firme desafío republicano, el representante David Obey, de 71 años, que llegó al Congreso en 1969 y preside el Comité de Asignaciones, ha decidido jubilarse, incluso si su distrito electoral no ha votado a un republicano en unas presidenciales desde 1984.
Johnson, luterano detractor del aborto, destacará la oposición de Feingold a prohibir los abortos más allá del sexto mes de gestación: "Me gustaría preguntar a Russ, '¿Ha sido usted testigo alguna vez de un aborto durante la etapa final de gestación?'" Pero las "cuestiones sociales" de este año, como normalmente se entienden, no son tan relevantes como la cuestión social, tal y como la entiende Johnson (la transformación de la sociedad estadounidense).
Lo mismo que dijo Samuel Johnson del Paraíso perdido de Milton –"Nadie lo quiere más largo de lo que ya es"– lo han dicho ciertos lectores de la La rebelión de Atlas. Johnson no, que cree que es "demasiado corto" con 1.088 páginas. Observando que Massachusetts "está obligando a las aseguradoras a extender pólizas por debajo de su coste", dice, "lo estamos viviendo", refiriéndose al mundo distópico de la novela en el que los productores de la sociedad son arruinados por improductivos parásitos.
Desde el año 2000 al 2008, las ventas de La rebelión de Atlas, publicado en 1957, alcanzaron unos notables 166.000 ejemplares al año. Desde que fuera investido Barack Obama se han vendido más de 600.000 ejemplares. Las célebres palabras que abren el libro –"¿Quién es John Galt?"– se refieren a un creativo capitalista, el símbolo de Rand de la gente autosuficiente de una sociedad que, reticente a llevar sobre sus hombros el lastre de la gente dependiente, se lo sacude. Ron Johnson prefiere presentarse.