Con sus declaraciones antiisraelíes, Zapatero vuelve una vez más por sus fueros, agraviando e insultando a países de nuestro entorno. Ignora por completo las reglas básicas de la diplomacia –probablemente por su desconocimiento patológico de la política exterior– y cada cierto tiempo mete la pata mucho o poco, pero lo suficiente como para que nuestro crédito en el exterior se disuelva. Ahora la crisis diplomática es con Israel, pero sus agravios en estos casi cinco años se extienden a Estados Unidos, Francia, Alemania o Italia. Ahora diverge incluso de todos los líderes europeos, eso sí, hacia el lado terrorista (para variar) cuando califica de injustificable la defensa israelí.
Con él al frente, España se ha convertido en un país poco de fiar, esperpéntico y que continuamente da la nota respecto a nuestros aliados. De nuevo, a propósito de Gaza, vuelve a quedar alineado con regímenes antidemocráticos frente a las democracias de nuestro entorno.
Además, en segundo lugar, Zapatero suple su desconocimiento de la política exterior con una dosis masiva de ideología, caracterizada por dos cosas. En primer lugar, por su simplicidad ideológica: Israel es el malo y los palestinos los buenos; Israel ataca, Hamás se defiende; Israel es la rica América, Hamás el oprimido musulmán. Una simple reproducción a escala internacional del binomio derecha/izquierda que es el único que domina el leonés. En segundo lugar, por su sectarismo. Para Zapatero algunos países encarnan todos los males de la tierra: opresión, belicismo, insolidaridad... Israel es uno de ellos. Esta simplicidad ideológica es la que hace que siempre vea a unos como "justificables" y a otros, "injustificables".
Zapatero es incapaz de intuir la complejidad de la guerra entre Israel y Hamás o del complicado puzzle de Oriente Medio. Todo lo interpreta desde el pueblerino debate político-mediático español; es simple y sectario al afrontar la política internacional, sencillamente porque no da para más. Por suerte, a Israel Zapatero le trae sin cuidado. Son los españoles lo que padecemos la ignorancia y el radicalismo ideológico de quien nos gobierna.
En tercer lugar, ZP es un adicto al apaciguamiento. No es que no crea en el uso de la fuerza, es que lo rechaza obsesivamente. Desde 2004, trabaja para desmontar los instrumentos de seguridad que tiene España, empezando por la politización del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil y la desmilitarización de las Fuerzas Armadas, algo a lo que Chacón se está aplicando con ahínco. Podemos estar seguros de que si España es algún día atacada, Zapatero levantará la bandera blanca. Eso y no otra cosa es lo que hizo a propósito del 11M e Irak, y eso es lo que hará en cualquier otro caso en el que se nos ataque. Con él al frente, España se está convirtiendo en un país más indefenso que antes, menos preparado para defenderse y más proclive a rendirse a sus enemigos.
Por eso no comprende que Israel sea un país que se defienda y que no se rinda ante los Estados que le rodean. Por suerte, Israel no está gobernado por un adicto al apaciguamiento que cree injustificable el uso de la fuerza. Por desgracia, España sí.
Para ZP, la seguridad nacional es algo anticuado y trasnochado. Un presidente que no cree en la nación española, tampoco lo hace en la necesidad de defenderla. Tanto le da que se trate de Ceuta y Melilla que de los pactos con ETA: considera que defender España es algo conservador. Desde este punto de vista, lo lógico es que no comprenda que otros sí lo hagan, y se escandaliza de que alguien pueda luchar por su nación con las armas. Él no lo haría.
Por fortuna, la España de Zapatero no está en la posición de Israel, ni Israel está gobernado por alguien que no cree en la nación. Eso sí, con Zapatero al frente, nuestro país está sumido en una crisis institucional de la que ya veremos cuándo y si es posible salir. Una crisis que nos hace débiles, no sólo ante los enemigos internos, sino ante los externos.
Su incapacidad diplomática, su sectarismo ideológico, su apaciguamiento obsesivo y su odio a la nación occidental explican que Zapatero, una vez más, justifique a los totalitarios y condene a los demócratas. Por eso recibe el silencio abochornado de nuestros aliados democráticos y el aplauso entusiasmado de los regímenes antidemocráticos. Y es que cada vez que Zapatero el Justificador aparece en escena para resolver una crisis internacional, España queda en peor lugar, aislada ymás insignificante.