Si es cierto que todos los gobiernos de la democracia han hablado con ETA, es más cierto que no todos lo han hecho igual ni han hablado de lo mismo. Durante los gobiernos de Felipe González se habló de dobles mesas, de presos y huidos, pero nunca se llegó a pactar con ETA una hoja de ruta para cambiar la constitución en la línea deseada por los terroristas independentistas. Respecto al diálogo durante el Gobierno de Aznar, ni se habló de política ni se habló de hablar de política con los asesinos.
Zapatero es el primer presidente de la democracia que ha negociado y llegado a acuerdos políticos con los terroristas. Se negoció como dejar atrás la Constitución y el Estatuto de Guernica, y como atraer Navarra al País Vasco. Todo esto se acordó en secreto, antes de la declaración de tregua del año 2006. A partir de ese momento, el proceso "oficial" de negociaciones era, en verdad, el momento en el que ambas partes tenían que cumplir lo pactado anteriormente. Pero la presión en la calle, en Madrid o Pamplona, forzó al PSOE a poner freno al proceso.
¿Existió una rendición de Zapatero respecto a ETA? En absoluto. Más bien ambos se encontraron unidos en el mismo camino: la ruptura constitucional. El proyecto de cambio de régimen de Zapatero, en España y el País Vasco, es lo que hizo que Zapatero se encontrara con ETA: puesto que ninguno creía en la validez de la Constitución de 1978, ¿por qué no acelerar el fin de la banda regalándole algo que, de todas formas, se estaba dispuesto a hacer? El origen del diálogo de ZP con ETA no está en el comunicado etarra de marzo de 2006, sino en las intenciones de Zapatero antes y después de llegar al Gobierno.
¿Qué ha cambiado desde entonces? Desde luego, nada sustancial. Zapatero negoció con ETA por convicción política; nadie le obligó, le engañó o le empujó. Las excusas vinieron después: los tres años sin matar, la supuesta voluntad de Batasuna, el mitin de Anoeta o "los hombres de paz" fueron usados como excusa. Debajo de todo ello se esconde el hecho de que Zapatero quiere refundar social y moralmente el País Vasco, y para ello puede y quiere llegar a acuerdos con todos. Y este "todos" incluye a ETA.
Y esta convicción profunda de Zapatero sigue hoy tan viva como antes. El único arrepentimiento de los socialistas ha sido el de no haber manejado con más destreza el proceso. Hoy han llegado a la conclusión de la necesidad de ocultar cuidadosamente nuevos pactos con ETA, hasta el momento en que ésta anunciara, a bombo y platillo, el cese de la violencia. Pero en relación con los fines últimos, su visión del País Vasco no ha cambiado en absoluto: hay que cambiar su marco jurídico e institucional de manera que ETA se sienta a gusto en él.
Esta convicción es el problema: mientras el PSOE siga defendiendo el cambio de régimen y la confederalización de nuestro país, no tendrá motivo para no volver a intentar ponerse de acuerdo con ETA, sencillamente porque el pacto, si sale bien, no le costará nada, siempre y cuando pueda mantenerlo en secreto a los españoles hasta el final.
Así las cosas, existe un peligro real de que volvamos a las andadas: El PNV ya anunció que Zapatero sigue teniendo en mente el diálogo con ETA, y la actitud del Gobierno, que se mantiene dentro de los límites estrictamente necesarios para no levantar sospechas –pero sin ir un paso más allá en la voluntad de derrotar a ETA– no apunta nada bueno. Puede ser cierto que el Gobierno ha cambiado de política antiterrorista, pero también lo es que se ha visto obligado a hacerlo por la presión social, y no porque crea que a ETA hay que destruirla. Si a esto unimos que Zapatero ya mintió cuando dijo que no negociaba, mintió cuando dijo de qué negociaba y mintió cuando dijo que ya no negociaba, la conclusión es que fiarse de él es algo que no podemos permitirnos. Hoy, como antes, hay que seguir verificando a Zapatero.