Finalmente las amenazas lanzadas por varios grupos yihadistas contra el Mundial de Fútbol de Sudáfrica se han materializado eligiendo para ello el momento mediático de mayor dramatismo: dos bombas sembraban de muertos dos locales en Kampala el 12 de julio momentos antes del término de la final jugada entre España y Holanda. Más de 70 telespectadores muertos y múltiples heridos vuelven a reproducir en suelo africano las escenas dantescas de los atentados masivos, rememorando no sólo los múltiples ataques sufridos en suelo argelino, marroquí o egipcio sino también los ataques contra las Embajadas de los EEUU en Kenia y Tanzania, en 1998, los ataques contra turistas israelíes en Kenia, en 2002, o las recurrentes matanzas en el norte de Nigeria, las más recientes de hace tan sólo cuatro meses.
Ambos ataques en la capital ugandesa suponen también la puesta de largo internacional del grupo terrorista somalí Al Shabab, muy activo en su país incluso contra súbditos extranjeros que engrosan las filas de la Misión de la Unión Africana o contra efectivos de las tropas etíopes que derrocaron a la islamista Unión de Tribunales Islámicos (UTI) en diciembre de 2006, pero que nunca habían osado atacar objetivos más allá de sus fronteras. Con ello Al Shabab se convierte en un nuevo instrumento de terror transfronterizo con aspiraciones globales, debiendo recordarse ahora que ya en 2009 los EEUU hubieron de interrumpir el envío de ayuda alimentaria a Somalia tras comprobar que era aprovechada por Al Shabab en su beneficio, o que elementos somalíes han logrado infiltrarse en suelo estadounidense y europeo, o que elementos de la diáspora somalí como Shirwa Ahmed, quinceañero de Minneapólis, se suicidaba matando en el norte de Somalia en octubre de 2008. Así, el grupo somalí atrae cada vez más componentes foráneos, de la península arábiga e incluso paquistaníes, y hace universal su campo de batalla como cuando amenaza y trata incluso de matar en sus países de origen –Suecia y Dinamarca– a autores de algunas de las caricaturas del profeta Mahoma que tanta alarma y odio han despertado. Un portavoz de Al Shabab, Ali Mohamud Raghe, reivindicó los ataques de Kampala y amenazó a Uganda y a Burundi con futuros zarpazos si siguen engrosando lo principal de la fuerza de la UA en Somalia, una misión militar que ya había sido amenazada por uno de los cabecillas de Al Shabab, Mukhtar Abdurahman Abu Zubeyr la semana pasada al referirse a las masacres de somalíes que según él cometerían cotidianamente las fuerzas internacionales.
El que el pasado febrero tanto Osama Bin Laden como Ayman Al Zawahiri alabaran a Al Shabab considerándola como "un paso en el sendero hacia la victoria del islam" debe de recordarnos que han hecho lo propio con Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) que nos es mucho más próximo. Pero también conviene destacar que en Uganda se entrena actualmente a la avanzadilla de lo que ha de ser el futuro Ejército regular del Gobierno Federal de Transición somalí, y que es España la responsable de la dirección de tan sensible empresa.