Cuando Chávez ya le veía las orejas al lobo en 2011, decidió cambiar el lema nacional. Frente a la no por tradicional menos indeseable alternativa socialismo o muerte propuso la versión santera, supersticiosa y prosaica: "Patria socialista y victoria, viviremos y venceremos". No vivió. Esperemos que no venza.
La muerte del dictador, extrañamente coincidente con el sexagésimo aniversario de la de Stalin, no termina con el socialismo real posmoderno conocido como socialismo del siglo XXI. Chávez empequeñece ante las 20 millones de muertes atribuidas a Stalin, pero no se minusvaloren sus logros.
El incremento del precio del petróleo desde los 10 dólares que costaba cuando tomó el poder en 1998 hasta los casi 100 actuales le permitió construir un régimen clientelar que intentará perpetuarse. Chávez se otorgó poderes ampliados desde 1999, unificó bajo su mando los tres poderes del estado, despojó a radios y televisiones de sus licencias por capricho y las intimidó con leyes como la de responsabilidad social de los medios, que las obliga a no informar sobre noticias que causen ansiedad o desorden social.
Los pobres, citados como disculpa del autócrata, sufrieron más. No solo por el sometimiento asumido por quienes mejoraban a la sombra del régimen, sino por el racionamiento de alimentos y medicinas, la devaluación del llamado bolívar fuerte en un 90% y la creciente inseguridad (21.000 asesinatos en 2012). Petróleos de Venezuela (Pdvsa) pasó de 39.000 a 115.000 trabajadores, y a producir 1,5 millones de barriles menos que en 1998. La Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) promovió el modelo por América, y Chávez se alió con regímenes como los de Siria, Irán y Rusia. Ayudó a Hezbolá y a las FARC. Apenas un 10% de las 1.400 empresas expropiadas entre 2001 y 2011 recibió indemnización estatal. Las elecciones carecieron de garantías, y no hubo debates públicos ni igualdad de tiempos en la televisión, usada a su antojo por el tirano, que amenazaba con el despido a los trabajadores públicos que no le votaran. A los soldados que ahora preservan, según el régimen, la seguridad de Venezuela hay que añadir las milicias bolivarianas –más de 100.000 individuos armados– y los miles de agentes cubanos que plagan el país.
Es este entramado temible el que pone en peligro la transición de Venezuela a la libertad. Ni siquiera está claro que Maduro, designado por un Chávez moribundo que no llegó a tomar posesión, sea el "vicepresidente ejecutivo" del que habla la Constitución para gestionar la interinidad de 30 días que desembocará en unas nuevas elecciones.
Por el bien de todos, la muerte del socialismo del siglo XXI debe seguir a la de quien lo asentó. Desde la muerte de Stalin a 1989 van treinta y seis años. A ver si nos apuramos esta vez.