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Protestas de ‘ricos’ en Chile y Brasil

¿Pueden cambiar estas protestas el voto en las próximas elecciones chilenas (noviembre) y brasileñas (octubre de 2014)?

¿Pueden cambiar estas protestas el voto en las próximas elecciones chilenas (noviembre) y brasileñas (octubre de 2014)?

En las últimas semanas han estallado protestas callejeras en Brasil contra un Gobierno de izquierdas. Desde hace meses, también hay protestas en las calles de Chile contra un Gobierno de derechas. Tanto Chile como Brasil son dos ejemplos de desarrollo social y económico: la pobreza y otros indicios de subdesarrollo están disminuyendo, a la vez que aumenta la clase media y se asienta la institucionalidad, con elecciones libres y alternancia de partidos en el poder.

Moisés Naím, uno de los pensadores favoritos de la izquierda, ha dado una muestra del pensamiento débil de ésta en un artículo en que equipara las protestas registradas en Túnez hace más de dos años con las que se están produciendo en Chile, Brasil y Turquía. Hay que recordarle al exministro de Carlos Andrés Pérez, el primer presidente hispanoamericano en ser destituido por el Legislativo por peculado, que en Túnez gobernaba un dictador (miembro de la Internacional Socialista) y que manifestarse contra él podía acarrear la muerte o una paliza. ¿Ocurre algo parecido en Chile y Brasil?

En ambos países sudamericanos los detonantes de las protestas han sido aparentemente banales: en Chile la calidad de la educación media y superior y en Brasil el alza de los precios del transporte público en las grandes ciudades. Aunque en Chile la izquierda comunista trata de manipular las protestas contra el Gobierno de Piñera, la extensión de éstas implica que están apoyadas por gran parte de la sociedad. Lo mismo se puede decir de Brasil, donde, como gobierna una presidenta del Partido de los Trabajadores, las manifestaciones han tenido carácter apolítico desde el principio; pero se han difundido por todo el país y atraído a gentes de clase media y baja.

¿Qué está ocurriendo? La explicación más plausible es que el desarrollo y la mejora de sus países han conducido a los ciudadanos brasileños y chilenos a ser más conscientes de sus derechos. A cambio de sus impuestos exigen a los Estados mejores servicios: transporte, educación, seguridad pública, tribunales independientes y veloces, una Administración honrada... A diferencia de los argentinos y los venezolanos, se alejan del populismo que ha arruinado a Iberoamérica. Ya no soportan al corrupto, ni siquiera aunque el corrupto les dé algo, sea un puente o un subsidio.

¿Pueden cambiar estas protestas el voto en las próximas elecciones chilenas (noviembre) y brasileñas (octubre de 2014)? Subrayemos que son rebeliones de clase media, no de desesperados; que piden reformas, no revoluciones; que quieren mejores Gobiernos, no nuevos Gobiernos. En estas circunstancias, bastaría que los presidentes Dilma Rousseff y Sebastián Piñera (éste lo tiene más difícil) se pusiesen al frente de las manifestaciones y aceptasen sus reclamaciones para apaciguarlas.

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