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¿Por qué mueren los soldados?

Por razones políticas se ha odiado más a Bush de lo que se ha deseado la pacificación y democratización de la zona. El resultado de aquello es esto de hoy.

Como las autoridades no salen de las frases hechas, alguien ha de decirlo: mueren por la doctrina Bush.

Después de los atentados del 11 de Septiembre, Bush fue informado de que Bin Laden era responsable y de que se refugiaba en Afganistán, cobijado por el régimen islamista de los talibán.

La OTAN invocó por primera vez su artículo 5, la solidaridad con un aliado que se ve atacado. La actuación americana en Afganistán respondía sin embargo a una estrategia más amplia, la doctrina Bush, o la expansión de la democracia y la libertad en Oriente Medio pues su ausencia es el caldo de cultivo del terrorismo. España, que forma parte de la OTAN, no podía entonces ni puede hoy pretender estar en ella sin contribuir a su misión esencial. España ayuda por tanto a Estados Unidos a la expansión democrática que es el fundamento de la doctrina Bush.

Ahora bien, a Bush y su doctrina todo el mundo los odia, especialmente el Gobierno de ZP y su ministra de Defensa. Entonces, ¿por qué fingen? Por lo siguiente.

No estamos dispuestos a hacer lo necesario para ganar y el goteo de muertes resulta insostenible para las opiniones públicas: pedimos a gritos un acuerdo diplomático. Lo malo es que esto es imposible cuando en frente hay fanáticos incapacitados para ello. Hay propuestas para fomentar un acuerdo que permita la vuelta de los talibán a ciertas zonas a cambio de dejar a los miembros de Al Qaeda fuera. Distinguir a unos de otros con tanta claridad es imprudente y es evidente que no se podrán llevar a cabo acciones de ayuda humanitaria, o de reconstrucción en territorio talibán. Por no hablar del grado de cumplimiento de un acuerdo con estas gentes.

Por su parte, una retirada, además de convertir en Caosistán, como ha dicho el general McChrystal, al país asiático, tendría graves consecuencias en percepción de debilidad occidental ante el islamismo y el terrorismo, y afectaría dramáticamente en la zona.

Por tanto, y ya que hasta Alejandro Magno se dedicó a atravesar este territorio sin pacificarlo, lo que queda es buscar, si no se quiere seguir la doctrina Bush, de la que la estrategia del general McChrystal es heredera, un compromiso con los importantes vecinos de la zona: Pakistán, China, Rusia, India e incluso Irán, basado en un Afganistán no terrorista, lo que impediría la cortedad de vista actual en que algunos se benefician de las dificultades de los rivales.

Esto no lo dicen Chacón ni ZP que carecen de ideas propias, pero es la tendencia –realista– que se está imponiendo. Quien la ha propuesto, cuidado, sólo como constatación del rechazo a la doctrina Bush, es Kissinger.

En resumen, entendemos la miseria del ser humano occidental que durante más de ocho años ha hecho sistemáticamente de quinta columna destructora de la única política adecuada para la situación: la liberación de la zona, o doctrina Bush. Entendemos que por razones políticas se haya odiado más a Bush de lo que se ha deseado la pacificación y democratización de la zona. El resultado de aquello es esto de hoy. Si no hay apoyo al aliado americano para la estrategia militar de McChrystal y Petraeus, –y no la habrá entre otras cosas porque es muy dudoso que la siga Obama–, al menos que prevalezca esta versión del realismo –o cinismo– que consiste en ayudar desde la OTAN para que pueda dedicarse a tareas más directamente relevantes parasu seguridad inmediata. Esto es un error atroz desde nuestra perspectiva, pero es un mal menor en comparación con la todavía peor irresponsabilidad de abandonar por completo Afganistán a su suerte.

Esa crítica política a Bush, más patológica de lo que parece, inhabilitó a sus detractores para aplicarla. Mientras van preparando su infinita propaganda para que al final, ojalá, se aplique, estamos dispuestos a conformarnos con la mitad de la mitad. Pero sin olvidar.

Sin olvidar que el realismo trajo en la práctica poca estabilidad y mucha opresión, y ésta, el 11 de Septiembre. A largo plazo, una vez más, o les llevamos la libertad o nos destruyen. Por ésta mueren hoy los soldados españoles, mañana, quién sabe.

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