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Países y actitudes

Sería bueno que los españoles pudiéramos sentirnos orgullosos de pertenecer a un país que es capaz de defender sus intereses en lugar de vernos llevados por un Gobierno sentimental que reserva su dureza para la memoria histórica y contra la Iglesia.

En la operación militar de los SEALS, la armada norteamericana puso fin al cautiverio del capitán Richard Phillips, secuestrado por piratas somalíes tras abordar su barco. Los agentes abatieron a tres piratas e hirieron y capturaron a un cuarto en una rápida operación con intercambio de fuego después de varios días en los que parecía que se buscaba una negociación. El capitán Phillips fue secuestrado el miércoles cuando los piratas asaltaron el Maersk Alabama, un portacontenedores gigante con más de 17.000 toneladas de ayuda humanitaria para África. Phillips fue retenido cuando los piratas escapaban del barco a bordo de un bote salvavidas después de haber luchado contra la tripulación.

Hace menos de un año, el 25 de abril de 2008, España actuó de forma muy distinta ante el secuestro del pesquero vasco "Playa de Baquio". En esa ocasión los piratas obtuvieron lo que querían, o sea, dinero. Y lo peor no fue eso, sino que mientras se pagaba vergonzosamente la liberación, en España tanto el Ministerio de Defensa como el Exteriores se vanagloriaban de que no había sido necesaria ningún tipo de intervención armada. Tampoco se hizo nada cuando la fragata Numancia pudo haberlos apresado: no era una cuestión de poder, sino de querer. O de no querer.

La acción de Estados Unidos muestra, ante todo, una determinación y una actitud esencial ante el mal, ya sea el terrorismo o la piratería. Por el contrario, la orgullosa actitud de ZP da prueba de los ideales que inspiran a este Gobierno: una aversión a la violencia, incluso para defender a los españoles de sus atacantes. La misma aversión al uso de la fuerza en defensa de España que llevó a retirarse de Irak o negociar con ETA.

La acción de Estados Unidos vino precedida por una intensa atención por parte de la sociedad americana, donde existía un clamor para que se interviniera y para –sobre todo– hacer respetar su nación y avisar a sus enemigos. Ahora, si los piratas no son tontos –que no lo son–, se lo pensarán dos veces antes de atacar un buque con pabellón americano.

Hay cuestiones donde no caben las medias tintas y una es la defensa de los intereses, las propiedades y la vida de los ciudadanos. No se trata sólo de prestigio, sino que cada acción tiene consecuencias futuras. La soberanía o se ejerce, o se pierde. Estados Unidos la ejerció. España la perdió. Hay pocas veces en donde se debe actuar con contundencia y no hacerlo trae consecuencias negativas. Ahora sabemos que para Zapatero incluso la acción de Perejil fue errónea, pues defendió los intereses de España.

Para muchos –entre los que nos incluimos– la acción de Estados Unidos es digna de ser elogiada y celebrada. Un triunfo incontestable del bien sobre el mal, de la democracia sobre la barbarie. Eso sí, no es suficiente. Sería bueno que los españoles pudiéramos sentirnos orgullosos de pertenecer a un país que es capaz de ejercer su soberanía y defender sus intereses con todas las consecuencias en lugar de vernos llevados por un Gobierno sentimental que reserva su dureza para la memoria histórica y contra la Iglesia. Será porque ésta no va armada ni ataca a ciudadanos españoles.

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