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Ojos que no ven...

Deberíamos saber ya que Ahmadinejad no es ni el principal actor en el tema nuclear –responsabilidad del líder supremo Ali Jamenei– ni es el único exponente de la línea radical y apocalíptica, sino su cara más visible.

La semana pasada el secretario general de la Organización Internacional de la Energía Atómica hizo circular entre los miembros de la Junta de Gobernadores de dicho organismo dependiente de la ONU, el último informe sobre el programa nuclear iraní. No se ha hecho público todavía, pero las filtraciones han dado pábulo a todo tipo de noticias.

La prensa española se hizo eco de una manera casi unánime y según recogían la mayoría de periódicos, sólo se podía concluir con que Irán había frenado el avance de su programa nuclear. Sin embargo, la agencia de noticias sobre la que basaban sus comentarios, Reuters, era bastante menos genérica y lo que exactamente decía era que Irán había ralentizado la instalación de nuevas centrifugadoras en su planta de Natanz, o sea, frenaba la expansión de su programa de enriquecimiento. Pero también añadía la agencia que según los inspectores al servicio de la ONU, Irán ya ha generado una cantidad de material nuclear más elevado de lo que se estimaba previamente. Por su parte, la Administración americana, según revelaban algunos medios de Estados Unidos creía que Irán contaba ya con suficiente cantidad de material nuclear para fabricar su primera bomba si así lo decidiese, refinando rápidamente su nivel de enriquecimiento y, por supuesto, violando todos sus compromisos internacionales.

De hecho, el nuevo director de la inteligencia nacional americana, Dennis Blair, anunciaba en la comparecencia anual ante el comité de inteligencia del Senado para tratar el nivel de amenazas que sufre América, del pasado día 12, lo siguiente:

Juzgamos que Irán cuenta con la capacidad científica, tecnológica e industrial para poder fabricar armas atómicas. En nuestra opinión sólo una decisión política de abandonar sus objetivos nucleares podría llegar a evitar que Irán produzca sus armas atómicas. 

Y añadía: 

Estimamos con mucha seguridad que convencer al liderazgo iraní de que abandone sus planes de fabricar armas nucleares será muy difícil, habida cuenta del vínculo que establecen entre esos sistemas y objetivos claves de política exterior y de seguridad, así como por el esfuerzo considerable puesto en su desarrollo desde, al menos, finales de los 80.

Elbaradei y el organismo que dirige no han comentado sobre las contradicciones que ha recogido la prensa acerca de su último informe. Puede que sea eso precisamente lo que buscara. Pero sea cual sea la cantidad en kilos de uranio enriquecido que ya tengan los ayatolas, lo que si se sabe con toda certeza es que Irán, manteniendo su programa de enriquecimiento tal y como lo han visto os inspectores de la ONU, está en total contravención de sus obligaciones. También sabemos que a pesar de las resoluciones de la ONU y las sanciones consiguientes, Teherán no ha dado su brazo a torcer. Y deberíamos saber ya que Ahmadinejad no es ni el principal actor en el tema nuclear –responsabilidad del líder supremo Ali Jamenei– ni es el único exponente de la línea radical y apocalíptica, sino su cara más visible.

La opacidad de la agencia nuclear de la ONU, tantas veces incapaz de probar o negar nada, sólo sirve para alimentar la actitud de quien no quiere ver. Y ya se sabe, ojos que no ven, corazón que no siente, hasta que Teherán anuncie su bomba. Ese día, nuestro corazón sufrirá un infarto.

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