El presidente norteamericano, Barack H, Obama, ha anunciado su deseo de acabar con las armas nucleares y trabajar para lograrlo buscando un mundo libre totalmente de las mismas. Suena muy revolucionario, pero sabe a vino viejo. De hecho, otro presidente americano se le ha adelantado y por muchos años. Fue en marzo de 1983 cuando Ronald Reagan se preguntase en público si no sería deseable acabar con las armas atómicas. Era una cuestión retórica en un discurso, añadida de su propia mano. Al igual que la respuesta: sí.
Pero la diferencia entre la visión de Reagan y la de Obama es que en la del primero, acabar con las armas nucleares se conseguiría volviéndolas obsoletas gracias al desarrollo de un escudo espacial que protegiera a América y sus aliados de las mismas. Sin valor ofensivo alguno, ¿para qué se iban a gastar auténticas millonadas los otros países poseedores de armas atómicas? A través de las defensas antimisiles, se podría negociar su desaparición y la renuncia final del mundo a las mismas.
Por el contrario, Barack Obama, dueño del marketing y del amor mundial, propone el mismo fin: un mundo libre de armas nucleares. Pero calla sobre la forma de lograrlo. Es cierto, acaba de firmar con su homólogo ruso un nuevo acuerdo de desarme estratégico. Eso sí, no para llegar a una opción cero, esto es, la destrucción total de las cabezas atómicas y sus misiles portadores, sino para rebajar aún más los arsenales, a un millar de cabezas. Suficiente para vitrificar a cualquier adversario.
Al mismo tiempo, también sabemos que Obama está dispuesto a renunciar al los sistemas antimisiles que estaba previsto desplegar en Polonia y Chequia. Es decir, que a diferencia de Ronald Reagan, quien aspiraba a equilibrar las armas ofensivas con unas crecientes defensas estratégicas, Obama parece querer renunciar a ambas.
Reagan se topó con la dificultad científico-técnica de hacer realidad su sueño. De hecho, los sistemas antimisiles siguen siendo altamente imperfectos y muy limitados en su eficacia 26 años después de que lanzara su SDI, más popularmente conocida como "Guerra de las Galaxias". Obama se enfrentará a algo aún peor: el deseo de sus enemigos de dotarse de capacidades nucleares. ¿Dejará el presidente americano inerme a los Estados Unidos frente a gente como la de Al Qaeda que sí aspiran a vitrificar nuclearmente a Occidente? ¿Cree de verdad Obama que puede convencer a gobiernos y grupos no gubernamentales y terroristas para renunciar a algo que tantos resultados ha dado en el pasado? Obama debería saber que no se puede desinventar lo inventado. Es más, que sus sueños, por muy visionarios que parezcan, pueden poner en llamas una región, como el Oriente Medio. Si alguna esperanza le queda a Israel para sobrevivir son sus componentes estratégicos, frente a un Irán que prometa lo que prometa Barack Obama, tendrá su arsenal nuclear más tarde o más temprano. Con las bombas atómicas no se juega, señor presidente.