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Malí: confusión conceptual

Quienes tienen la amenaza más cerca no están dispuestos a que la ceremonia que consagra el engaño continúe dando ventaja a los terroristas.

Terminada la primera ronda negociadora entre representantes del Gobierno de Malí y dos de los grupos violentos que controlan el norte del país –el Movimiento para la Liberación Nacional del Azawad (MNLA) y los islamistas radicales de Ansar Eddine–, la confusión con la que se están utilizando algunos conceptos y la irresponsable ingenuidad de algunos actores estatales debería encender las alarmas antes de que sea tarde. Evitar una intervención militar –es decir, la guerra– como sea no debe de llevar a actores supuestamente responsables a aceptar cualquier alternativa, y más si esta es, en buena medida, suicida.

La susodicha ronda negociadora culminaba en Uagadugu ayer miércoles, siempre bajo la mediación del presidente de Burkina Faso, Blaise Campaoré, un líder que lleva años desempeñando un oscuro papel en el Sahel (hombres de su círculo han estado involucrados en negociaciones con terroristas para liberar occidentales secuestrados, incluidos españoles). Es no sólo irresponsable sino que debería ser punible el que algunos alcen las campanas al vuelo por que los radicales de Ansar Eddine digan haber renunciado tanto a su objetivo reiteradamente manifestado de imponer la sharía en todo el territorio de Malí (¿y por qué tendrían que aplicarla en el norte?) como "al radicalismo y al terrorismo", o por que el MNLA afirme renunciar a la independencia del Azawad –que ellos mismos declararon unilateralmente a principios de abril– y opte sólo por la "autodeterminación" (en España sabemos bien qué hay detrás de eso). Todo esto suena a broma, pero macabra, porque mientras se pierde tiempo negociando con supuestos actores responsables y no se actúa contra los violentos (AQMI y el Muyao no hacen sino ganar terreno y combatientes), la impunidad gana y la comunidad internacional muestra de nuevo sus debilidades.

La Declaración de Uagadugu recoge incluso –como agravante– que el MNLA y, sobre todo, Ansar Eddine dicen comprometerse con el objetivo general de respetar los derechos humanos y la laicidad del Estado, un paso adelante más con respecto al de renunciar "al radicalismo y al terrorismo" que muestra aun mejor cómo mienten a sus interlocutores, entre los que se cuentan tanto las autoridades de Bamako –o representantes de un sector de ellas, porque las disensiones internas son cada vez más evidentes– como el abanico de Estados (Argelia en particular) y organizaciones internacionales (la ONU y la UE) que se han acomodado a la idea de evitar como sea la intervención. Es por ello significativo enumerar quiénes no están contentos con el proceso de Uagadugu tal y como se está desarrollando: el presidente y el primer ministro del propio Malí y los presidentes de Chad, Níger, Benín (Presidencia de la Unión Africana) y Costa de Marfil (Presidencia de la Cedeao). Evidentemente, quienes tienen la amenaza más cerca no están dispuestos ni a que les engañen ni a que la ceremonia que consagra el engaño continúe dando ventaja a los terroristas. 

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