Ahora que tanto se especula sobre si Al Qaeda continuará su supuesto descenso hacia la irrelevancia o si, por el contrario, la eliminación de su líder provocará una oleada de atentados para vengarle, es importante recordar la rutina del combate yihadista salafista.
Osama Bin Laden ha alcanzado, para sus seguidores, el martirio, y esto no es en absoluto una mala noticia. Lo más natural para un "muyahid" o combatiente sagrado, es morir en combate, enfrentándose a sus múltiples enemigos, apóstatas y/o infieles. Lo peor para ellos es caer en cautividad y no poder continuar su Yihad guerrero: si en prisión siguen trabajando por la causa, haciendo proselitismo y engrandeciendo el bando de los "muyahidin", el cautiverio es una bendición, como lo es morir combatiendo contra los infieles estadounidenses. Es por ello que los yihadistas no van a arrugarse, sino que van a continuar su rutina asesina.
¿Debemos esperar atentados inminentes? Lo cierto es que estos se cometen cuándo y dónde se puede, poco importa que sea en suelo afgano o estadounidense. Lo más frecuente en tiempos recientes es que sea, sobre todo, en lugares "calientes" como Afganistán, Pakistán, Somalia, Irak o Daguestán en la Federación Rusa, pero podría ser en cualquier otro lugar y en cualquier otro momento. Precisamente la matanza de Marrakech, los dieciséis asesinados a buen seguro por Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI), son un recordatorio aún muy reciente de la vigencia del terrorismo en cualquier lugar y contra cualquiera.
Cabe preguntarse si ahora que Bin Laden ha desaparecido ha dejado algún mensaje preparado en previsión de la llegada de este momento. Entre los "muyahidin" que en estos últimos lustros han asesinado por doquier y han acabado muriendo en combate, en ocasiones dejaban algún testimonio para ser conocido tras su "martirio", y no sería descabellado que en el caso de alguien tan relevante lo haya dejado. Ahora que tanto se especula sobre quién va a sucederle al frente de la "empresa", como si de eso se tratara Al Qaida, lo que sí parece seguro es que las líneas directrices del yihadismo salafista que el ahora fallecido recibió de su mentor Abdallah Azzam permanecerán inamovibles: seguir combatiendo a los apóstatas (malos musulmanes) hasta la muerte, fijando los esfuerzos por derribar y eliminar a todo "taghout" (tirano musulmán), diezmando a los infieles que les sostienen y trabajando con ahínco por construir el Califato Universal a escala planetaria.
Esos son los pilares ideológicos del yihadismo salafista, y por delirantes que nos parezcan hay quien cree firmemente en ellos. Es por ello que quienes se hacen ilusiones buscando con quién negociar entre los Talibán y los miembros de Al Qaeda, quien libera alegremente presos radicales –el Rey de Marruecos hace dos semanas– o incluso el líder del Movimiento de Resistencia Islámica " palestino (Hamas), Ismail Haniyeh, que ha ensalzado a Bin Laden como "combatiente del Islam", lamentarán más pronto que tarde su error.