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Luces y sombras en Túnez

El pulso entre los sectores más abiertos de la sociedad tunecina y los islamistas se mantiene vivo.

El pulso entre los sectores más abiertos de la sociedad tunecina y los islamistas –tanto los que están en el poder (En Nahda) como los que están fuera y emplean la violencia (salafistas varios)– se mantiene vivo, y bueno será que los primeros se mantengan firmes para no ser fagocitados por el retrógrado empuje de los segundos.

Túnez, país pionero en las revueltas árabes, está viviendo un período de gran violencia. El pasado día 14 –tres días después de que fueran asesinados en Libia el embajador J. Christopher Stevens y otros tres ciudadanos norteamericanos–, islamistas airados atacaron la embajada de EEUU y un colegio estadounidense colindante, provocando la muerte de cuatro personas. El efecto sobre la imagen internacional de Túnez, que tiene en el turismo una de sus principales fuentes de divisas, es muy negativo.

La violencia que padece el país está poniendo en evidencia a En Nahda, que gobierna en coalición desde su triunfo en las elecciones del 23 de octubre del año pasado. Que no sea capaz de detener la violencia salafista provoca estupor; y entre tanto sus líderes, Rachid Ghannouchi y Hamadi Jebali, siguen insistiendo en que a los salafistas hay que atraerlos a la arena política. Hasta ahora, las concesiones de los islamistas moderados a los radicales –ya hay cuatro partidos salafistas legales– de nada han servido para recuperar la normalidad. 

Mientras, la Asamblea Constituyente sigue trabajando en la nueva Constitución. La conquista más reciente de quienes defienden la modernidad es la redacción, en principio definitiva, del artículo 28, que establece la igualdad entre hombres y mujeres; En Nahda quería imponer su visión, basada en la complementariedad en vez de en la igualdad. Conviene felicitarse por este logro; pero no del todo, pues la victoria total sólo se logrará cuando el texto sea oficial y se aplique. Recordemos que si esta redacción se ha impuesto ha sido gracias a la movilización de la gente, que ha tenido que reaccionar en la calle frente al enésimo intento de los islamistas por imponer su cosmovisión obscurantista.

De cara a las presidenciales del año que viene, difícil será que En Nahda deje de lado sus más hondas creencias para hacer cumplir la ley y frenar a los salafistas. De hecho, no quiere perder el mundo salafista... ni que se dé un escenario a la egipcia, en el que los salafistas de Al Nur –la segunda fuerza parlamentaria– son el gran rival de los Hermanos Musulmanes. Por otro lado, el propio En Nahda tiene un fuerte influjo salafista en su ideario.

Este estado de cosas no hace sino mostrar las vulnerabilidades de quienes en la sociedad tunecina luchan por preservar tanto los elementos de modernidad heredados del pasado (de la era de Habib Burguiba) como buena parte de los ideales enarbolados en las revueltas que hicieron caer a Ben Alí.

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