El próximo parece ser Marruecos. Y de imprevisibles efectos, porque si los dictadores que en el Magreb y Egipto tienen un frente abierto con los sectores más inconformistas de sus sociedades, que amenazan con hacerlos caer, para Mohamed VI el frente es doble. El propio marroquí y el saharaui, lo que significa que uno puede en cualquier momento alimentar al otro: una nueva protesta saharaui puede provocar inestabilidad en Marruecos, y un aumento de las protestas de los jóvenes marroquíes puede hacer lo propio con los saharauis. Eso, unido al aumento de las protestas en Libia y Argelia, y al hecho de que los manifestantes aguantan el pulso en las calles marroquíes, ha encendido todas las alarmas en el Gobierno marroquí. La debilidad asoma en el régimen.
En España las protestas marroquíes se han minusvalorado, lo que contrasta con la enorme cobertura dada a las de otros países: de TVE han desaparecido, siguiendo el apagón decretado por Trinidad Jiménez. La dictadura marroquí tiene en la diplomacia española a uno de sus aliados internacionales más importantes, hasta el punto de que España se ha alineado rígidamente con Francia en la UE defendiéndole; ni la vulneración de derechos en el Sáhara, ni la represión en Marruecos o las amenazas implícitas hacia nuestro país han evitado que Zapatero sea el más fiel aliado de Mohamed VI, cada vez más distanciado incluso de los Estados Unidos, que buscan ya otros aliados en la región.
No es sólo el Gobierno. Durante las crisis árabes, el PSOE ha destacado por defender a la dictadura marroquí. Elena Valenciano se ha dedicado a repetir durante las protestas tunecinas y egipcias que la revuelta no tenía sentido en Marruecos por los avances democráticos. Seguía así la senda abierta entusiastamente por Trinidad Jiménez, que alababa los "avances democráticos". En su defensa diremos que no ha sido la única, porque Jorge Moragas se sumaba hace unas semanas al coro de adivinos socialistas que negaban la posibilidad de que las protestas llegaran a donde finalmente lo han hecho: Marruecos. Para ello han contado con la cobertura del diario El País, tradicional guardián mediático de los intereses marroquíes en España.
Sin embargo, la izquierda española no destaca ni por su fidelidad a principios ni por su defensa del más débil. Durante las protestas egipcias animaba a los egipcios, pero abandonaba a los marroquíes, cuyas protestas no estaban para ella justificadas. Después, denunciaba la represión de las dictaduras tunecina o egipcia hacia los manifestantes, pero se "olvidaba" de Marruecos. Incluso ha minusvalorado y ocultado lo que ha ocurrido, por ejemplo este fin de semana. Sólo al final, cuando las protestas se han asentado definitivamente en Rabat, Tánger o Marrakech, y no tienen pinta alguna de remitir, la izquierda española está cayendo en la cuenta de que quizá la maravillosa democracia marroquí deba hacer concesiones democráticas. Todo un alarde de principios y un aviso para el dictador marroquí.
Nada más lejos de nuestra intención que brindar consejos al caprichoso majzén. Pero se entrevé ya que en sus problemas para mantenerse en el poder, que parecen reales y crecientes, va a dejar de poder contar con la izquierda española, que ha olido su debilidad y comienza a recular en su apoyo. Como pasó cuando Alí y Mubarak dieron muestras de debilidad, Mohamed VI empieza a parecer tóxico, un mal compañero de viaje, e impresentable: con la misma seriedad con la que Trinidad Jiménez defendió la dictadura marroquí sin caer en la cuenta de que podría ser escenario de revueltas, lo dejarán caer. Si su natural prepotencia no se lo impidiera, se daría cuenta de que la izquierda española, fiel compañera de viaje en años de represión, lo va a dejar tirado. No será ni por su represión hacia los saharauis ni por su represión hacia los marroquíes, sino porque cada vez está más débil. Muy edificante lo de nuestra izquierda.