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La histeria de la izquierda, el miedo de la derecha

Nosotros estamos convencidos de que la situación está madura en España para la aparición de un Tea Party genuinamente nacional. Ciertamente, la forma de desarrollo tiene que ser distinta de Estados Unidos, pero no tan distinta.

Cuando los primeros candidatos del Tea Party comenzaron a salir elegidos en las primarias del Partido Republicano, la reacción inmediata fue de regocijo entre los demócratas y de horror en los republicanos. ¿La razón? La simplona asunción de que candidatos más "radicales" llevarían supuestamente al electorado a abandonar a la derecha en favor de la izquierda.

Sin embargo, semanas después, los temores son otros. El Tea Party, reacción popular espontánea, se ha consolidado y puede llegar a tener una representación parlamentaria no desdeñable en las filas del Partido Republicano. La izquierda ya no está tan segura de sí misma y, de hecho, empieza a dar muestras de cierto grado de histeria porque ve en el Tea Party un movimiento cuyo principal valor es la movilización del votante conservador, justo lo que no necesita desde su tradicional perspectiva de que cuanto menos votantes acudan a las urnas, mejor para ellos.

Pero hay más. Los potenciales representantes elegidos, simpatizantes o parte del Tea Party, también entrañan otro grave riesgo: sin ellos, en circunstancias "normales", con un Congreso de mayoría republicana, la derecha intentaría arrancar concesiones de la Casa Blanca y estaría dispuesta para ello a un toma y daca con Obama que llevaría a ceder en cuestiones básicas. Esto es, al abandono de los principios conservadores en aras a un supuesto consenso de centro. Pues bien: si los tea partiers cuentan con un número significativo –como parece que así va a ser–, la política de pactos va a resultar mucho más complicada habida cuenta de que su compromiso ante sus votantes es, precisamente, impedir que los republicanos se alejen de sus valores. O sea, que Obama y los demócratas del establishment lo tendrían más difícil para llevarse al huerto a los republicanos.

Lo más curioso de este fenómeno del Tea Party es el enorme impacto que está teniendo en España, sin duda dada nuestra peculiar situación política: un presidente peor que Obama, un partido de oposición del que se espera mucho más y al que se critica por pusilánime; y unos votantes conservadores que frente a una catástrofe nacional, no pueden ocultar ni un minuto más sus preocupaciones, sus ideas, valores y aspiraciones.

La reacción en España no deja de resultar, en cualquier caso, sorprendente: la izquierda reacciona con mayor histeria aún que los progresistas norteamericanos, mientras que los populares insisten una y otra vez en que es un fenómeno que no tiene traducción a nuestro ámbito. Pero puede muy bien que no sea así. En España, al igual que en América, hay una masa relevante de votantes descontentos con la falta de liderazgo conservador; en España, y al igual que en América, hay figuras mediáticas que enlazan muy bien con estos votantes del PP descontentos e ideológicamente huérfanos. Tal vez lo que falte aquí es la figura política que encarne estos sentimientos y sirva de altavoz de los mismos dentro de los canales del PP.

La prensa de izquierda y oficialista, desde Público a El Mundo, al tiempo que chilla histérica contra el Tea Party, apunta a que esa figura política en España podría ser Esperanza Aguirre. Pero lo hacen no por convencimiento, sino de cara a presentarla como la "derecha extrema" frente a Tomás Gómez en las próximas elecciones regionales en Madrid. Los populares corren de un lado a otro a decir que no hay similitud, y que Aguirre no es Sarah Palin por sus profundas raíces liberales, pero lo hacen sin convicción y más por temor a que sí lo pueda llegar a ser que por otra cosa.

De hecho, nosotros estamos convencidos de que la situación está madura en España para la aparición de un Tea Party genuinamente nacional. Ciertamente, la forma de desarrollo tiene que ser distinta de Estados Unidos, pero no tan distinta. Bastaría con que un grupo de jóvenes diputados empezaran a pedir un sistema de elaboración de las listas electorales menos autoritario y centralizado dentro de su partido. Si solicitasen primarias en algunas circunscripciones del PP, y defendieran los principios en los que creen y que les reclaman sus bases, más de una sorpresa nos llevaríamos. Y para bien. Los apoyos mediáticos para una corriente conservadora en el PP que, por ejemplo, reniegue de los actuales oscuros trapicheos con Rubalcaba, están ahí fuera, en grupos como Libertad Digital e Intereconomía y el fenómeno de esRadio.

Hace unos meses, un diputado del PP paseaba un domingo con su familia por la calle mayor de la ciudad de la que era elegido y un viandante le espetó: "¡dales caña, más caña!". A lo que él respondió: "pero si ya les doy", a lo que su supuesto votante le replicó: "no hombre, al PSOE no, a los tuyos, a los tuyos".

Es en los votantes frustrados donde está la base del "caña Party" y la clave del exito, el Tea Party que España necesita.

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