Sea cual sea el final de esta historia electoral, durante la próxima legislatura Italia deberá recuperar algo más que su bienestar económico.
El presidente de la República, Giorgio Napolitano, recordaba hace poco cómo hubo un tiempo en el que en Italia los partidos políticos tenían sus propias líneas políticas en lo relacionado con Estados Unidos, Europa y la Unión Soviética. Sin embargo, hoy en día eso ha desaparecido. Según algunos, porque las cuestiones internacionales son cada vez más complejas y no es fácil añadirlas a los eslóganes electorales; según otros, porque hoy la economía lo abarca casi todo.
Cada vez más países se permiten el lujo de dejar fuera de sus campañas electorales la política exterior. También lo ha hecho Italia. Pese a que estamos en plena crisis económica global, con China y otras economías emergentes más activas en áreas que pueden ser de interés estratégico para Italia, como el norte de África; pese a la creciente presencia de yihadistas en el Sahel; pese al conflicto sirio, la cuestión palestina y la participación transalpina en la misión de la Finul en el Líbano; pese a las primaveras árabes y su incierto futuro. ¿Y qué fue del tradicional interés de Roma por los Balcanes? Desentenderse es un lujo que Italia no se puede permitir.
La política exterior italiana anda desaparecida en la mayoría de los programas de los partidos políticos, con la excepción, por supuesto, de la política europea, que de alguna manera es ya parte de la política interna. Pero cuando alguna cuestión internacional salta a la palestra, las confusiones y las retractaciones están a la orden del día. Sirva de ejemplo la intervención en Mali. Si por un lado el Parlamento aprobó el apoyo a la misión, pocas horas después el Gobierno decidió no proporcionar apoyo logístico, poniendo en evidencia la volatilidad política del país y cometiendo un error estratégico que debilita la voz italiana en Europa.
Todavía más estrambótico es el caso de la compra de aviones F-35. Las voces en contra de tal adquisición se multiplican, aunque las críticas vienen de esas mismas fuerzas políticas –de derecha, centro e izquierda– que la aprobaron cuando estaban en el Gobierno.
A Italia le falta un pensamiento estratégico, igual que a otros países dentro y fuera de la OTAN, donde planea el síndrome de la marginalización y el complejo de potencia media.
Si la política exterior hay que restaurarla, la de seguridad y defensa hay que reconstruirla. La máquina militar se está parando, y aunque Italia no tiene el nivel de deuda de España, también gasta cada vez menos; y mal.
A este caos se suma el desconcierto provocado por el resultado de las elecciones. Los diarios italianos se preguntan con quién se reunirá el flamante secretario de Estado norteamericano, John Kerry, de visita por el país. ¿Alguien le informará de la política exterior italiana?