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Irán, Libia y Corea del Norte

El tiempo pasa mientras la administración de Obama muestra nuevamente su creciente debilidad en política internacional.

Sitúense ustedes: 14 de agosto de 2002, Washington D.C. Rueda de prensa de Alireza Jafarzadeh, entonces portavoz del Consejo Nacional de Resistencia de Irán. Jafarzadeh sorprende al mundo revelando la existencia de una planta secreta para enriquecer uranio en la localidad iraní de Natanz. Un mes después, durante la 46ª Conferencia General de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA), el director general de la misma (Al-Baradei) le pregunta al vicepresidente de Irán acerca de los rumores aparecidos en prensa. La República Islámica proporciona respuestas vagas, pero acepta que los técnicos de la IAEA visiten los emplazamientos. Cinco meses después –se ve que la cosa no corría prisa– una delegación de la IAEA encabezada por el propio Al-Baradei visita Irán y se encuentra con múltiples instalaciones secretas que nunca habían sido declaradas, violando flagrantemente el Tratado de No Proliferación Nuclear que Irán había firmado en 1970. Irán asegura que esas instalaciones son para desarrollar combustible para su programa nuclear con fines exclusivamente pacíficos y que no las había declarado porque no sabía que debía hacerlo. Ni siquiera se sonrojan ante tal desfachatez.

Los técnicos de la IAEA toman muestras ambientales en las dos instalaciones para enriquecer uranio que descubrieron en Natanz y cuatro meses después –se ve que las cosas del laboratorio tampoco corrían mucha prisa– se comunica a Irán que en esas muestras han encontrado uranio altamente enriquecido, a medio camino entre el necesario para una central nuclear y el de una bomba atómica. A Irán le asaltan las dudas, ¿qué hacer ahora? ¿Admitir que han mentido a la IAEA y en realidad han enriquecido uranio con fines distintos a los pacíficos? ¿Admitir, tal vez, que mintieron y en realidad compraron las centrifugadoras en el mercado negro y ya venían contaminadas? ¿Acaso no admitir nada de esto y marear la perdiz hasta que la situación fuera insostenible? Por supuesto, decidieron esto último.

Abusando de la paciencia infinita con la que los organismos occidentales se toman las negociaciones diplomáticas, Irán consiguió marear la perdiz durante más de dos años y medio hasta enero de 2006, cuando admiten que parte de las centrifugadoras se compraron en el mercado negro. En ese momento los Gobiernos de Alemania, Francia y Reino Unido decidieron pasarle la patata al Consejo de Seguridad de la ONU y en esas seguimos, casi cinco años después. Pero ¿de dónde había sacado Irán las centrifugadoras? ¿Quién se las había vendido? Cuando la comunidad internacional se hizo estas preguntas todos sabían ya las respuestas: el Doctor Abdul Qadeer Khan.

Khan, nacido indio y emigrado a Pakistán en su niñez, era un ingeniero metalúrgico que desarrolló su carrera entre Alemania, Bélgica y Holanda en los años 60. Por casualidades de la vida, por sus manos pasaron los diseños confidenciales de las centrifugadoras tipo Zippe que utilizaba la compañía URENCO para enriquecer uranio y fabricar combustible para centrales nucleares en Europa y EEUU Con los diseños en la mano, Khan fue recibido en 1974 por el primer ministro Pakistaní Ali Bhutto, enormemente preocupado porque la vecina India acababa de demostrar que poseía ya la bomba y la guerra indo-pakistaní había tenido lugar únicamente tres años antes. Khan comienza a pasar información clasificada al Gobierno de Bhutto hasta que, en 1976, vuelve definitivamente a Pakistán donde dirige el proyecto nuclear y es considerado como héroe nacional y padre de la bomba atómica pakistaní. Pero Khan no se conformaba con esto.

Se asocia con un hombre de negocios nacido en Sri Lanka y afincado en Dubai de nombre Abu Tahir. Éste dirigía una compañía de computadores que utilizaba como fachada para sus actividades en el mercado negro nuclear. Durante años vendieron planos y tecnologías de centrifugadoras Zippe, así como los modernos diseños P-1 y P-2 robados a Pakistán. Vendieron incluso gas de hexafluoruro de uranio y centrifugadoras completas, nuevas y usadas. Crearon, además, una compañía con sede en Malasia (la Scomi Precision Engineering of Selangor) en la que fabricaban componentes para las centrifugadoras y los enviaban a la sede de Tahir en Dubai, desde donde los distribuían. La red se destapó en verano de 2003 cuando un barco procedente de Malasia y con destino a Libia fue interceptado poco después de atravesar el canal de Suez. El barco transportaba componentes de centrifugadoras para enriquecer uranio como parte del programa nuclear clandestino libio.

Poco después se supo que la red del Dr. Khan había transferido la misma tecnología a Irán y a Corea del Norte. Las centrifugadoras encontradas en Irán eran del tipo P-1 y, posteriormente, también se encontraron diseños del tipo P-2. El Dr. Khan fue el responsable de los avances en los programas nucleares libio, norcoreano e iraní. Gadafi canceló el programa libio en diciembre de 2003, pero Irán no ha sido todavía capaz de convencer a la IAEA y la ONU de que haya cancelado el suyo. Por otra parte, Corea del Norte no ha desistido ni desistirá en su programa nuclear. El tiempo pasa mientras la administración de Obama muestra nuevamente su creciente debilidad en política internacional. La Casa Blanca exhibe una condescendencia inaceptable en el conflicto iraní debido entre otras cosas al control del estrecho de Ormuz por parte del régimen de Ahmadineyad. Del mismo modo, muestra una respuesta blanda ante la agresión de Corea del Norte a sus vecinos del sur, y la seguirá mostrando mientras el régimen de Hu Jintao mantenga su posición vetando al Consejo de Seguridad de la ONU. Asistimos, en definitiva, a un nuevo episodio de la pérdida de poder norteamericana. Probablemente no será el último.

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