Como es bien sabido, en 1970, tras la guerra con Jordania, la OLP y otras milicias palestinas llegaron al Líbano, y la desestabilización se adueño de un país hasta entonces próspero. Se establecieron campamentos y bases en el sur del país desde las que se lanzaban incursiones y operaciones terroristas contra pueblos del norte Israel. Éstos fueron creciendo hasta que en marzo de 1978 la OLP secuestró un autobús en la carretera que une Tel Aviv con Haifa, matando a cuarenta inocentes, y acabando con la paciencia israelí, que hasta entonces sólo había lanzado ataques puntuales contra objetivos terroristas. Esta vez, Israel traspasó la frontera para atacar bases y campamentos terroristas, reduciendo los ataques y los atentados contra su población civil al norte de Israel. La comunidad internacional, que no había movido un dedo para evitar los ataques terroristas contra la población israelí, tomó entonces milagrosa conciencia del problema y creó la UNIFIL. A la retirada israelí ese mismo año a una pequeña franja de seguridad al sur del Litani, siguieron más operaciones tras ofensivas terroristas, las más importantes en 1983 –con la toma de Beirut– y en 1996.
La retirada total y unilateral de Israel fue en el año 2000. Tras ella, las guerrillas islamistas fueron de nuevo creciendo, tanto en influencia como en radicalidad, hasta llegar a julio de 2006, cuando Hizbolah penetró en territorio israelí, destruyó poblados y granjas y atacó una patrulla israelí, matando a ocho soldados y secuestrando a dos de ellos. De nuevo Israel tuvo que penetrar en Líbano, proporcionándonos una moraleja histórica: la paz era lo que brillaba por su ausencia antes de cada ocupación territorial, pese a lo cual Israel ha abandonado una y otra vez estos territorios.
Al Este, en los altos del Golán, sus elevadas posiciones fueron utilizadas desde 1948 por los sirios para, mediante baterías artilleras e incursiones guerrilleras, atacar amplias zonas de Galilea. En 1967, con Siria preparando un ataque conjunto con otros países árabes utilizando sus posiciones destacadas en la zona, los israelíes penetraron en los altos, rechazando a los sirios y ocupando sus posiciones en la zona. En 1973 éstos les devolvieron el ataque, pero los israelíes mantuvieron buena parte de sus posiciones, evitando que la llanura galilea estuviese bajo alcance de los cañones árabes. También en este caso, la intervención israelí fue motivada por la amenaza de sus vecinos; era la paz lo que brillaba por su ausencia antes de la ocupación israelí.
Respecto al Sinaí, en 1967 Egipto no atacó las fronteras israelíes, entre otras cosas porque no le dio tiempo. Movilizó y desplazó a su ejército a la zona, expulsó a las tropas de Naciones Unidas y bloqueó los puestos fronterizos con Israel. Aquí Israel se adelantó a las intenciones de egipcios, sirios y jordanos, y los derrotó a todos. En la misma operación, Israel se apropió de Gaza, de donde los egipcios habían expulsado a no pocos judíos en 1948. Aquí, la retirada unilateral y sin contrapartidas de Israel se produjo en el año 2005. De nuevo, la historia se repitió milimétricamente: sin el control israelí, los grupos terroristas –ahora no sólo panarabistas sino islamistas– utilizaron la Franja para preparar y ejecutar ataques terroristas contra la democracia israelí. De nuevo Israel tuvo que penetrar en 2006, porque los palestinos, con territorio, no proporcionaban paz, sino que exportaban guerra. La misma guerra contra Israel que se enseña en las escuelas de Cisjordania, cuya administración corresponde a la ANP, gracias a una autonomía israelí que Jordania nunca pensó en otorgar a lo que en la Biblia son Judea y Samaria.
Líbano, Gaza, Sinaí, Cisjordania. Al contrario de lo que muchos piensan, los israelíes siempre han estado dispuestos a cambiar tierra por paz: toda su historia desde 1948 ha sido la de la renuncia voluntaria a la mayoría de los que ha ocupado por las armas en sucesivas guerras. No vale engañarse en quien está dispuesto a proporcionar esa paz en esos territorios, ni para quien la guerra no tiene nada que ver con el control territorial. La experiencia histórica muestra tres cosas. La primera, que desde su fundación Israel ha ocupado territorios sólo cuando éstos han sido utilizados para atacar a la población israelí y poner en peligro la misma existencia del Estado, con lo que el problema no era la propiedad de la tierra sino que era usada contra la paz. Segundo, que las retiradas israelíes de estas zonas han supuesto siempre un rearme de grupos terroristas, la imposibilidad de paz y la garantía de una crisis posterior aún más complicada; los territorios se han canjeado por más violencia y más despotismos, singularmente el de Hizbolah y Hamás. Tercero, que precisamente éstos grupos, tolerados y no combatidos por la comunidad internacional, han crecido y han multiplicado su poder, poniendo cada vez más a la región –y más ahora con Irán– al borde de la guerra. Si es por cesiones israelíes, tendríamos un excedente de paz en Oriente Medio para los próximos dos siglos. Pero lo que tenemos en grupos terroristas cada vez con mejores y más peligrosas conexiones internacionales.
Habida cuenta de la experiencia histórica y del presente actual, ¿alguien en su sano juicio cree en serio que la paz llegará a Oriente Medio por la paralización de los asentamientos de Jerusalén Este, que representan menos del 2% del territorio de Cisjordania?