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España, una nación normal

Los españoles en nada debemos avergonzarnos de nuestro pasado, de nuestras tradiciones, creencias y cultura. Al contrario, creemos que son un activo a tener en cuenta, y desde luego, creemos que nuestro pasado tiene más luces que sombras

Pensar la historia, la cultura o la tradición española como un problema irresoluble es una peligrosa tentación en la que los españoles de los últimos cien años caen de vez en cuando. Ha sido demasiado común -tanto en la derecha como en la izquierda- pensar que nuestro legado religioso o cultural lastra las posibilidades de nuestro país, tanto en el exterior como en el interior. Lo cual habitualmente lleva a un callejón sin salida: o se desemboca en la frustración y el aislamiento; o en la revolución y el auto odio; o en la huida irreflexiva hacia el exterior como forma de diluir nuestra personalidad. Soluciones todas que estratégicamente han sido y son un fracaso para nuestro país, y que parten de la errónea suposición de que España constituye, por su personalidad cultural o histórica, un problema del que huir. 

Por nuestra parte, creemos que los españoles en nada debemos avergonzarnos de nuestro pasado, de nuestras tradiciones, creencias y cultura. Al contrario, creemos que son un activo a tener en cuenta, y desde luego creemos que nuestro pasado tiene más luces que sombras, más aspectos de los que enorgullecernos que de otra cosa. En tiempos de zozobra económica, social e institucional, no vemos razón para no recordar que España -como ha recordado José María Marco en su última obra- es una gran nación, que tiene graves problemas, pero que no constituye en sí un problema. 
 
De hecho, uno de los retos del gobierno de Rajoy es mostrar, no sólo a los países de nuestro entorno sino a no pocos españoles, que España es un país occidental normal, con aspiraciones normales y con posibilidades parejas a las de nuestros vecinos. El precipicio al que nos asimamos hoy en día como nación no se debe ni a nuestra personalidad ni a nuestro pasado, sino a decisiones erróneas tomadas por gobernantes concretos en momentos concretos. Son las malas ideas y los malos gobernantes, y no ninguna maldición hispana, las que nos han llevado hasta aquí. Y serán buenas ideas y buenos gobernantes los que nos saquen del marasmo actual. Exactamente igual que en el resto de países de nuestro entorno.

En España

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