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¿El principio del fin del progresismo?

La fuerza del progresismo –idolatría de nuestro tiempo, fascinado como narciso consigo mismo– está empezando a cansar. Pura publicidad sin poder real, salvo contra los débiles; el castillo de naipes empieza a desmoronarse.

La arrogancia letal –Hayek dixit–, símbolo del progresismo posmoderno, toca a su fin. Pasen y vean.

Economía: Bajo el lema de lo demasiado grande para quebrar, y del riesgo –odiosa palabra– sistémico, hemos transferido los peligros privados al sector público en la confianza, errónea, de que los Estados no quiebran. La resaca por el exceso de líquidez artificial, generado por la conjunción de políticos irresponsables y bancos centrales actuando al dictado del poder, puede ser gloriosa.

Europa: La UE se ha empeñado en todas las acciones políticamente correctas imaginables. Especialmente deplorable la entrada en vigor como sea de su constitución light o tratado de Lisboa. Lo que nos lleva a España, o más bien a Z, que se dispone a asumir la presidencia. ¿Por qué hay dos presidencias, la del inane Van Rompuy y la del nocivo Z? ¿No hay que ahorrar? ¿Qué agenda prevalece? ¿A qué viene gastarse millones en mobiliario para el evento, de exclusivo interés publicitario para Z? Y, por fin, ¿a qué políticas se va a dedicar? ¿A relanzar la economía? ¿Es broma? Cómo multiplicar por dos el número de parados en apenas un año, título del primer seminario. ¿A desvincular las relaciones con la dictadura castrista de la evolución de los derechos humanos en Cuba? ¿A fomentar medidas –léase subvenciones– para evitar el llamado cambio climático?

Políticamente, Europa ha muerto. Es hora de constatarlo, para intentar salvar lo bueno que aún mantiene.

Islamismo: Volviendo al mundo real, cualquiera –menos un progre convenientemente aleccionado– diría que estamos en plena guerra mundial. Hay dos enfrentamientos en Irak y Afganistán, donde radicales islámicos luchan mediante constantes atentados contra civiles, y combates convencionales. Hay ataques suicidas en Pakistán, Yemen –donde hay además una guerra civil, como en Sudán– o Arabia Saudí. Irán sigue intentando hacerse con un arma nuclear mientras abastece a sus huestes en el sur del Líbano –¿no estaba allí la ONU?– y en Gaza. No le impide llevar una represión atroz contra su propio pueblo, mientras las declaraciones y el respaldo a la población que quiere liberarse de la tiranía teocrática brillan por su ausencia, o peor, por sus melindres, en cancillerías y medios de comunicación. Se reservan para inventadas teocracias en Occidente insultando a la Iglesia católica, la última vez por hacer una misa al aire libre en Madrid.

Hispanoamérica: Entre los afortunados está Honduras. Heroico y pequeño país que defendió pacíficamente su Constitución contra los embates de la pomposamente llamada comunidad internacional, dando un mensaje al mundo: cuando se quiere, se puede. Panamá, otro país chico, en plena ampliación de su gran canal, también celebró elecciones con naturalidad –votando a la derecha– demostrando que la expulsión de Noriega por Bush padre –que fue mucho menos bueno que su hijo, pero esto lo hizo bien– marcó la última época de inestabilidad en el istmo. Méjico y Colombia, frente a problemas gravísimos, el primero por la violencia de los traficantes de droga, y el segundo por el terrorismo vinculado a esta, los abordan con seriedad y firmeza. Merecen todos los elogios que no les prodigan los medios, que andan preocupados por cosas serias: Calderón no gusta de los matrimonios homosexuales. Mientras, mueren 15.000 personas por la guerra de los cárteles en 2009. Chile, por fin, uno de los lugares más tranquilos del continente, decidió que la experiencia socialista moderada debía llegar a su fin, y espera el desenlace de sus elecciones en una segunda vuelta en enero. La derecha es favorita. En otro orden de cosas, varios siguen esperando los tratados de libre comercio con Estados Unidos, porque ya se sabe: hay demasiados ricos, demasiados pobres, pero la tierra...es de Obama, mientras le financien su deuda.

Israel: Una advertencia: no se es favorable a Israel, ni a los judíos en general, por enseñar el ticket del Corte Inglés de la última versión Blu-ray de La lista de Schindler. La ministra de Exteriores europea, Ashton, atacó hace nada los asentamientos, a los pocos días de que el Parlamento Europeo dijera que Jerusalén sería una buena capital para el Estado palestino. Suponemos que todos tenían su resguardo de compra, pero, ¿a qué viene esto? No hay mucho que hacer, y no les hacen mucho caso de todos modos, así que darles un trompazo a los judíos viene bien porque es gratis y, además resulta vistoso en las noticias. Esta tendencia debe acabar, por no hablar de los rebrotes antisemitas en importantes naciones como Inglaterra, en donde los medios, incluidísima la BBC, son casi tan intransitables en este asunto como los españoles.

¿Envidia? Porque Israel culmina un buen año que empezó con la guerra de Gaza, pero que ha logrado terminar en vida –y van 61, enhorabuena– y con crecimiento económico, mientras se prepara para reaccionar contra Ahmadineyad, si nadie mueve un dedo antes.

Obama: Comenzó el año con casi un setenta de aceptación y termina por debajo del cincuenta por ciento. Las razones: indecisión sobre Afganistán, nulidad en mostrar una sola cifra de recuperación económica, y empeño en financiar públicamente la sanidad sobre una marea de deuda, con modos y maneras impopulares. En cuanto a Irán, fracaso absoluto. Un auténtico momento histórico en el que, como en sus buenos tiempos en el Senado, ha decidido ser neutral. A lo que hay que añadir: el atentado de Fort Hood –primer ataque terrorista en suelo americano desde el 11S– y la absurda, banal, plana y burocrática reacción –¿"extremista aislado"?– al intento de volar un avión el día de Navidad. Guantánamo sigue abierto, y Bagram, también.

Ah, y de la cumbre del clima en Copenhague, ¿quién se acuerda?

La fuerza del progresismo –idolatría de nuestro tiempo, fascinado como narciso consigo mismo– está empezando a cansar. Pura publicidad sin poder real, salvo contra los débiles; el castillo de naipes empieza a desmoronarse. ¡Feliz 2010!, porque promete.

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