"La libertad ya no se define únicamente en función de que los ciudadanos puedan ir a la plaza pública y criticar a sus gobiernos sin miedo a sufrir represalias. Los blogs, el correo electrónico y los mensajes de texto han abierto nuevos foros para intercambiar ideas, y también han creado nuevos objetivos para la censura". Las frases no se refieren a los últimos acontecimientos en el mundo árabe, aunque bien pudiera ser. Son las palabras que pronunció la secretaria de Estado norteamericana hace más de un año, en el que se conoce como su primer gran discurso sobre internet. En él alentó a EEUU y al resto de los países democráticos a liderar iniciativas para llevar la libertad en internet a las sociedades cerradas; una sola red para que toda la humanidad tuviera el mismo acceso al conocimiento y a las ideas.
Hace un año se decía que la censura en internet era un muro virtual como lo fue en el siglo anterior el muro de Berlín, y todos miraban a China y a sus encontronazos con Google con Washington de por medio. Las redes sociales aún no habían explosionado, ni se intuía su futuro como herramienta para facilitar las convulsiones en el mundo árabe. Y poco se había oído hablar hasta entonces de Wikileaks. Algo más reales eran los ataque informáticos y ya se empezaba a hablar creación de un nuevo zar para la ciberseguridad. En ese primer discurso, Clinton proclamó la libertad de internet como una iniciativa más idealista que otra cosa, que en algún momento futuro debería encajar en la política exterior norteamericana. Para ello el Departamento de Estado decidió disponer de un modesto programa de financiación de iniciativas para mejorar la libertad mundial de información, entre ellas tratar de encontrar maneras técnicas de sortear los muros cibernéticos de la censura.
Mucho ha pasado después de un año. El pasado 15 de febrero Clinton actualizó lo que dijo en 2010 en un nuevo discurso sobre la libertad de acceso a internet. Sin duda capitalizando todo lo que ha ocurrido hasta ahora en el mundo árabe y musulmán, y aprovechando la emoción desatada por el rol que han jugado en estas tormentas en el mundo árabe las redes sociales, mostrando su poder y su potencial como un aceleradores del cambio político, social y económico.
Internet es ahora para la secretaria de Estado "el espacio público del siglo XXI" por excelencia. El gran problema es que cuando se abre un agujero para el usuario que desea información o el idealista que desea luchar por determinadas libertades, también se puede colar un ciberdelincuente, un propagandista del odio o un terrorista. De esta manera, las mismas redes que ayudan a organizar movimientos por la libertad también permiten a los terroristas de Al Qaeda incitar a la violencia, sin olvidar que ya hace años fueron estos últimos los que tomaron la delantera al resto en esto de las nuevas tecnologías.
Clinton no dio una solución para todos los problemas que implica (aunque esbozó ideas) ni fue capaz de resolver al final de su discurso la cuestión de si internet es una fuerza de liberación o de represión. ¿Cómo se protege al mismo tiempo seguridad y libertad, transparencia y confidencialidad, y libertad de expresión mientras se promueve la tolerancia y la armonía?
Ahora hay que defender al ciudadano que no está en línea, y luego al que sí lo está. Para ello sería necesario un diálogo en el ámbito mundial sobre Internet y sus posibles "límites", porque seguramente habrá ciertas restricciones en las que todo el mundo esté de acuerdo ¿o no? El caso es que Hillary Clinton se ha quedado a medio camino en su prometedor discurso sobre la libertad en internet, aunque hay que reconocer que el asunto no es nada fácil. Ahora hay que esperar a que la Administración Obama complete este año su estrategia internacional para el ciberespacio. Lo estamos deseando.