Uno de los grandes peligros que encierra el descenso del porcentaje de turcos que se han decantado por los islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en las elecciones generales del 12 de junio con respecto a las anteriores de 2007, es que abunden quienes argumenten que el "modelo turco" sale reforzado. Incluso en términos de desgaste islamista, esto justificaría el considerar a dicha ideología una corriente política más y, por ello, plenamente normalizada. La tentación es aún mayor en momentos en los que en las revueltas árabes la referencia a dicho modelo se utiliza con frecuencia, y generalmente con un desconocimiento importante de la realidad.
Muchos argumentan que el modelo turco implica modernidad, posicionamiento de un país "X" en un trampolín de desarrollo tecnológico, político y humano, y entrada en un proceso de corte democrático. Pero quienes quieren dar esto a entender olvidan que la Turquía de hoy no es sólo, ni siquiera, el resultado de nueve años de gobierno islamista, desde 2002. Es sobre todo producto de décadas de políticas modernizadoras, la mayor parte de estas identificadas con regímenes autoritarios dirigidos o supervisados por las Fuerzas Armadas. Al Gobierno de Recep Tayyeb Erdogán hay que reconocerle que no sólo ha mantenido lo económicamente bueno heredado, sino que lo ha mejorado. Y ello incluso en un contexto de crisis económica global desde 2008. Pero no hay que olvidar que los islamistas no son tan obsesivos en sus planteamientos económicos como sí lo son en cambio en los ámbitos político y social, o de costumbres. No tienen problemas en ser "liberales" en términos económicos, tanto si son país monoproductor –Irán y su petróleo– como si, como Turquía, son un país de servicios (turismo, país de tránsito energético, etc).
Precisamente es importante destacar que la arena política turca es compleja, y eso ha jugado ahora en contra de los islamistas, incluso a pesar de la particular suciedad con la que se ha desarrollado la campaña electoral. El AKP ha obtenido el 49,90% de los votos y le han correspondido 326 escaños frente a los 331 que obtuvo en 2007. Con ello no logra los dos tercios de un Parlamento de 550, y no podrá seguir arrollando con sus reformas y modificar la Constitución a su antojo como deseaba. La oposición más amenazadora para el AKP, el Partido Republicano del Pueblo y el Partido Movimiento Nacionalista, han sido blanco de las campañas de desprestigio reflejadas en vídeos en los que líderes de ambos aparecían manteniendo relaciones sexuales con universitarias. Pero no sólo no han sido barridos, sino que incluso han ganado votos: el primero, el CHP, ha obtenido 135 escaños y el segundo, el MHP, 54. Incluso los pro-kurdos del Partido de la Paz y la Democracia han ganado escaños –de 20 a 35–, lo cual es enormemente positivo. No obstante, no hay que caer en el conformismo y creer que Erdogán ya no podrá seguir adelante con sus políticas pues estamos ante una organización y un líder ambiciosos, que rozan casi la mayoría absoluta y que no tienen más que arañar algún apoyo de algún grupo para seguir tratando de inocular su visión islamista a un Estado que tiene cada vez más peso estratégico en la región.