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De mal en peor

En año y medio los yihadistas han logrado recuperar buena parte del terreno perdido ante la apatía africana y del resto del mundo, que dejó prácticamente solos a los etíopes sobre el terreno.

Somalia está de actualidad gracias a la amenaza de los piratas pero pocos se acuerdan de que este Estado fallido vive sumido en el caos desde hace casi dos décadas y que se ha convertido en objetivo ambicionado por yihadistas salafistas de diversos orígenes. Tras la rápida expulsión del poder de la Unión de Tribunales Islámicos (UTI) en diciembre de 2006 –gracias al efecto combinado de la intervención militar etíope y de los ataques aéreos estadounidenses–, se consiguió alejar a los islamistas radicalizados. Como resultado, un Gobierno de Transición (GT) apoyado por la ONU fue establecido en Baidoa ante la imposibilidad de hacerlo en Mogadiscio. En año y medio los yihadistas han logrado recuperar buena parte del terreno perdido ante la apatía africana y del resto del mundo, que dejó prácticamente solos a los etíopes sobre el terreno, y poco les costó a los yihadistas engrosar sus huestes para "luchar contra el intervencionismo cristiano". La retirada etíope se culminaba el 15 de enero de 2009, el GT cambiaba de titular y, desde entonces, el deterioro parece ya imparable.

Aquí también la comunidad internacional ha apostado por los islamistas considerados moderados para tratar de recuperar la normalidad. Sheykh Sharif Sheykh Ahmed, combatido como líder de la UTI a fines de 2006, es hoy el flamante presidente del GT, y era cortejado por la ONU y la UE durante una desangelada Conferencia de Donantes reunida en Bruselas el pasado 23 de abril. Aunque considerado un traidor por sus antiguos aliados de Al Qaeda y por su antena local Al Shabab su dinámica es la propia de un islamista tratando de ofrecer soluciones islamistas para frenar a los más radicalizados, fórmula esta que lamentablemente cada vez se acepta más por doquier. Así, el endeble Parlamento somalí aprobaba por unanimidad la institucionalización de la Sharia el 18 de abril pero ello no frenaba el avance de Al Shabab y de otros grupos yihadistas que, como es natural para ellos, canalizan la llegada a suelo somalí de muyahidin (combatientes sagrados) extranjeros que algunas fuentes cifran ya en los 500. Precisamente el 23 de abril, mientras el presidente del GT estaba en Bruselas en la susodicha Conferencia, regresaba a Mogadiscio desde Eritrea Sheykh Hassan Dahir Aweys, otrora líder de la UTI con Sheykh Sharif Sheykh Ahmed y hoy líder del Hezb al-Islam, un grupo con objetivos similares a los de Al Shabab y Al Qaida.

El 24 de abril Dahir Aweys exigía la evacuación de los 3.500 efectivos de la Misión Africana en Somalia (AMISOM) y de toda presencia extranjera no deseada en suelo somalí y dos días después eran atacadas instalaciones en Mogadiscio de fuerzas africanas de pacificación, muriendo tres personas a la vez que otras ocho perecían en el ataque a un edificio gubernamental. El 13 de mayo Al Shabab había penetrado ya hasta el centro de Mogadiscio, tras seis días de combates en las afueras de la capital que habían provocado 120 muertos, y el 17 capturaban la estratégica ciudad de Jahwar, próxima a la capital. Ataques suicidas, emboscadas y ejecuciones son ya habituales en suelo somalí y nadie plantea soluciones creíbles para frenar esta espiral.

El creciente caos ha obligado de nuevo a Etiopía a intervenir, obligada por las circunstancias y ante la falta de compromiso de otros actores, africanos y no africanos. El 19 de mayo fuerzas etíopes ocupaban el cruce de carreteras de Kalabeyr, una zona estratégica desde la perspectiva somalí pero también para Etiopía por su cercanía a la sensible región del Ogadén, y fuentes no confirmadas aludían a la presencia etíope en otras zonas fronterizas como Jawiil, Dheeman y Qurac Raamoole. Yihadistas, nacionalistas árabes y sus simpatizantes reaccionarán a buen seguro al unísono, criticando la ingerencia cristiana en suelo árabo-musulmán, pero es la inacción de la comunidad internacional la que de nuevo deja sola a Etiopía tratando de dar respuesta a una amenaza que es de todos.

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