El antisemitismo de la izquierda española ya ha sido tratado hace no mucho en esta misma columna, a propósito de su carácter cada vez más anómalo entre la izquierda europea. Se caracteriza por dos cosas: en primer lugar por un furioso antiamericanismo, disfrazado en cada momento de rechazo al presidente de turno que se comporte como tal. Hoy, lo que les atrae a Zapatero, Moratinos o Blanco de Obama es la posibilidad de que no se comporte como el presidente de Estados Unidos que es. Y esto incluye todo lo relacionado con Israel, aliado de EEUU por cuestiones morales y cívicas; las derivadas del hecho de que no se puede abandonar a una democracia en las garras de Hamás, Hezbolá y el patrono iraní. Como EEUU, en cuanto primera democracia del planeta, no flaquea en la defensa del pequeño país judío, éste ocupa un lugar central en el odio ideológico de la izquierda española.
En segundo lugar, el antisemitismo en el PSOE surge de un violento pacifismo, de rechazo histérico y agresivo del uso de la fuerza, aun en defensa propia. De hecho, el papel de la Secretaría de Estado de Cooperación no es más que la encarnación institucional de este pacifismo: se basa en la creencia de que inundando el mundo de millones de euros de los españoles, éste va a acabar amándonos. Porque ni siquiera se trata de comprar voluntades por el mundo en inconfesable defensa de los intereses españoles –que se consideran ilegítimos–, sino de regalarlos sin importar a quién, si democrático o totalitario. Nunca como hasta ahora España ha malgastado tanto dinero por el mundo, y nunca como hasta ahora nuestro país ha sido tomado menos en serio. Honor que corresponde a ZP, Pajín y ahora Soraya Rodríguez.
Para ambas cosas –para sospechar patológicamente de cualquier aliado estadounidense y atacar violentamente a quien usa la fuerza para defenderse, y para repartir el dinero de los españoles entre muchos de nuestros enemigos–, no hace falta nadie especialmente dotado de conocimientos diplomáticos o de política exterior. De hecho, lo que caracteriza el perfil de Soraya Rodríguez, como a su antecesora Leire Pajín, es la inexistencia de una carrera al margen de la política en la que hayan tenido que mostrar su valía profesional. Como muchos en la izquierda –y ahora también en la derecha– entraron de jóvenes en el partido, hicieron carrera dentro y a la sombra de él, y llegaron a la cúspide sin saber nada del mundo, pero sabiendo demasiado del funcionamiento interno de los partidos. E imbuidas del sectarismo ideológico propio de quien ha mamado información y opinión exclusivamente del diario El País. Politización excesiva, escasa cualificación profesional y sectarismo ideológico que comparten, además, con la ministra de Defensa, Carmen Chacón, también conocida por sus frecuentes errores y meteduras de pata diplomáticas.
A efectos de capacitación y cualificación, España tiene uno de los peores gobiernos de toda su historia. Nunca como ahora el perfil intelectual y profesional de los gobernantes ha sido tan bajo, en términos de experiencia y currículos. Esta ignorancia extendida por el ejecutivo es una de las causas del auge del antisemitismo que muestran sus responsables. A falta de cualificación, el Gobierno funciona con clichés ideológicos, como los que antes sufríamos con Leire Pajín y ahora con Soraya Rodríguez. El antisemitismo del Gobierno del PSOE está íntimamente relacionado con la escasa ignorancia de algunos de sus miembros en sus materias, que sustituyen su escasa profesionalidad por el sectarismo y la ideologización extrema. Es verdad que la ignorancia se cura viajando. Pero en el caso de este Gobierno, no será así, porque Soraya Rodríguez, como antes Pajín y ahora Fernández de la Vega, muestran un gusto excesivo por los viajes, pero escaso apego por aprender las reglas básicas por las que se mueven el mundo y la diplomacia. Entre tanto viaje, de vez en cuando una bofetada progre a Israel.Otra más, que no será la única.