El sexto Congreso del Partido Comunista cubano y el pueblo de Cuba se enteraron el 19 de abril que ahora Fidel Castro se ha jubilado por completo. El barbudo se ha convertido, por lo que parece, en apenas un ciudadano privado más.
Se apareció en chandal azul, un asistente lo ayudó a sentarse y Fidel Castro, representando cada uno de sus 84 años de edad, renunció a todos los puestos dentro del partido y del Estado por primera vez después de más de medio siglo.
El congreso de cuatro días se convocó para lograr dos cosas: una, abrir las puertas a una estrategia económica revisada y dos, remozar la cúpula dirigente de la isla. Pero no logró ni lo uno ni lo otro.
La economía cubana está en ruinas. El Estado cubano está en quiebra. Raúl Castro, el sucesor de Fidel, está repartiendo tiritas en lugar de remedios. Se está haciendo lo mínimo en reformas para acomodar al millón y medio de trabajadores que entrarán en esa dimensión desconocida del sector privatizado no estatal de Cuba y que luchan para sustituir los 24 dólares de sueldo mensual que reciben del Estado. La esperanza cubana es que los "nuevos negocios como puestos de flores, salones de belleza, peluquerías, taxis y restaurantes" absorberán un millón de trabajadores despedidos del sector estatal y desatarán el desarrollo económico. El régimen quiere acabar con la cartilla de racionamiento y podría permitir que haya más propiedad privada de inmuebles.
El comunismo y la falta de libertad económica todavía prevalecen. "Asumo mi última tarea de defender, preservar y proseguir perfeccionando el socialismo y no permitir jamás el regreso del régimen capitalista", prometió Raúl en la clausura del congreso.
En cuanto a liderazgo, Raúl dejó saber que los principales puestos de liderazgo del país le siguen perteneciendo a los mismos viejos revolucionarios –a los históricos– que han reprimido y arruinado a su nación durante las cinco últimas décadas. Además de su cargo actual como presidente, Raúl asumió el puesto de primer secretario del Partido Comunista cubano. Aunque Raúl habló de limitar los mandatos a diez años para él y sus sucesores, su verdadera preocupación está en el reloj biológico y no en un límite legal.
Algo que dará que pensar a esos cubanos ansiosos por el cambio es la elección de José Ramón Machado Ventura como el número dos de Cuba. Se trata de un octogenario que es el siguiente "presidente" en potencia de la dictadura cubana. "Están manteniendo a la vieja guardia de la línea dura e ideológica," decía Uva de Aragón, subdirectora del Instituto Cubano de Investigación en la Universidad Internacional de Florida. "El problema es uno no puede tener a Stalin y a Lenin tratando de ser Gorbachov al mismo tiempo". O como un cubano concisamente observó: "Es el mismo perro con distinto collar".
La muy necesaria jubilación de Fidel Castro, la ascensión completa de Raúl y la incierta trayectoria económica que le espera a Cuba apenas sí ha puesto al sufrido pueblo cubano más cerca de la libertad individual, la democracia y los cambios económicos que podrían revitalizar la economía de la isla y abrir las puertas de una genuina amistad con Estados Unidos.