Acostumbrados a la supuesta evidencia de que hablar de «telebasura» es lo mismo que referirse a los programas del "corazón", hay determinados contenidos televisivos que pasan por denominarse según su género sin que lleven el marchamo inscrito de su posible ínfima calidad. Hablamos, por ejemplo, de los informativos o de los programas de humor como si no cupiera la "basura informativa" o la "humorística" en el mismo grado, o acaso aún peor por su inadvertencia, en el que, repetimos, se habla de la que se encuentra en el género del periodismo rosa.
Pero es que, además, como Gustavo Bueno ha señalado en su teoría sobre la televisión, se debe distinguir entre la basura desvelada, es decir, aquellos contenidos que, pese a su repugnancia, nos interesa conocer por formar parte de una realidad que hay que combatir, y la basura fabricada, que es el tipo de "producto" en el que se quiere hacer pasar por mercancía "saludable" lo que no es sino una manipulación en la que la realidad queda deformada.
Es el caso que en los últimos días, en relación a la banda terrorista ETA, tenemos dos ejemplos "de libro" precisamente para señalar esta diferencia tan esencial entre mostrar una realidad o fabricarla de modo torticero.
Nos referimos, en primer lugar, al informativo de Antena 3 en el que un miembro de la Policía Autónoma Vasca ha denunciado la política de "manos caídas" ante ETA que el Gobierno del PNV impuso en Vascongadas, frente a la entrevista del humorista conocido como El Follonero, de la Sexta, realizada a Arnaldo Otegui como "líder de la izquierda abertxale".
El primer caso constituye un trabajo del periodismo al servicio de la Nación, en el que la televisión se emplea como servicio público, con capacidad para alertar a quienes todavía podían pensar que no había complicidad entre las instituciones autonómicas gobernadas por el nacionalismo fraccionario y el terrorismo de la ETA.
El segundo caso es la puesta en escena –de ahí lo que significa "obscenidad"– de la política del Pensamiento Alicia según la cual es posible el diálogo con un etarra. Eso sí, una puesta en escena travestida bajo el género del humor en el que la risa se supone asegurada. Pero nadie se puede reír, salvo que se sea cómplice del terrorismo, cuando los contenidos que tiene detrás esta mofa de entrevista son nada menos que los asesinatos de españoles cometidos, entre otros, con la colaboración del entrevistado, y cuya elusión, practicada con plena conciencia, nos vino a recordar que hay un tipo de periodismo al que le interesa que Otegui siga pareciendo un "hombre de paz".
Para que este indecente programa con este bochornoso humorista hubieran dejado de practicar el género televisivo de la "basura humorística fabricada", habría bastado con que a Otegui le hubieran dejado llevar la pistola.