Ni cuando le preguntan por la hora,
ni por inadvertencia o por premura,
ni tras brutal chantaje o con tortura,
ni por tajada enorme y cegadora.
Ni bajo ofuscación psicomotora,
ni por enfermedad o calentura,
ni al abogado, al médico o al cura,
ni a sus hijitas, no, ni a su señora.
Ni en cosas baladíes ni esenciales,
ni a superiores, súbditos o iguales,
ni a Solbes, ni a Pepiño, ni a la vice...
Así nació Rodríguez Zapatero:
no suelta una verdad, el puñetero.
Ni viendo que lo capas te la dice.