Es normal que uno se asuste,
pues hay quien pinta el futuro
catastrófico y oscuro,
con ajuste tras ajuste,
que cada cual es más duro.
Con la crisis, nos tememos
ya cualquier aberración.
Hay planteamientos extremos
de pedir que recortemos
hasta la Administración.
Si en los ajustes brutales
nos quitan ayuntamientos...
¡alcaldes y concejales
irán por la calle a cientos
sin sus coches oficiales!
Vendrán épocas sombrías,
y habrá despachos inmensos
con sus poltronas vacías.
Y asesores indefensos
sin sueldos ni regalías.
Si suprimen el Senado,
como dice algún listillo,
¡cuánto senador honrado,
quedará desamparado
sin paga y sin pinganillo!
Hasta las diputaciones,
para ahorrar unos millones,
las podrían suprimir.
Y sus cargos (que hay montones)...
¿esos dónde van a ir?
La gente de entrañas frías
habla ya de recortar
las propias autonomías,
y quitar consejerías...
¡Dónde iremos a parar!
Porque esta crisis genera
propensión al ansiolítico...
¡Ay, cuánto mejor nos fuera
si cada español pudiera
apadrinar a un político!
Y si lo de apadrinar
no quiere o no le interesa,
¡ábrale, al menos, su hogar
y haga el favor de sentar
un político a su mesa!