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Fray Josepho

Señora vicepresidenta, por favor

No voy a confesar si me horripilo / al ver sus atavíos y su estilo, / ni a hacerle sugerencias de que engorde. / Solo le rogaré, si me permite, / que encima de mentirnos, no nos grite, / poniéndose tan áspera y tan borde.

El pasado viernes, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, Mª Teresa Fernández de la Vega se puso a regañarles a los periodistas porque insistían en sus preguntas sobre el pacto de Estado que había solicitado el Rey. No es la primera vez que la señora vicepresidenta se muestra desagradable, pero llama la atención esa actitud precisamente en las horas bajas del Gobierno, en que los apoyos de la prensa le resultan cada vez más caros. Y denle al adjetivo "caros" el sentido que mejor les parezca.

No voy ni por asomo a entrar, señora,
a hacerle de su imagen una crítica.
No voy a señalar si está raquítica
o si la edad, cruel, la deteriora.

No voy a averiguar quién la enamora
porque es, antes que fémina, política.
No voy a describir su faz granítica
o a lamentar su estética infractora.

No voy a confesar si me horripilo
al ver sus atavíos y su estilo,
ni a hacerle sugerencias de que engorde.

Solo le rogaré, si me permite,
que encima de mentirnos, no nos grite,
poniéndose tan áspera y tan borde.

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