Eres acomplejado, asustadizo,
proclive al disimulo y al rebozo,
nítidamente opuesto al alborozo,
caracartón, letárgico y cenizo.
Eres un tipo lóbrego, plomizo,
que invita a la mohína y al sollozo,
con corazón cadáver, en un pozo
recóndito, abismal y escurridizo.
Eres aburridísimo y lechuzo,
con un ligero toque de merluzo,
amigo del stop y del frenazo.
Eres, en fin, el líder del tropiezo,
la sugerencia viva del bostezo,
y —dicho en tus palabras— un coñazo.