La enseñanza pública española —y buena parte de la privada— está... como está: en una situación de deterioro que arranca, en parte, de la Ley General de Educación de 1971, pero sobre todo de la LOGSE socialista, del año 90, y de la reciente LOE, que no es más que una nueva versión de la LOGSE.
¿Pero cuáles son, en concreto, los males de la enseñanza? Recientemente, Enrique Fernández, presidente de PIENSA, una asociación de profesores de Secundaria, escribía un revelador artículo que me ha servido de inspiración: Siete pecados capitales del actual sistema educativo. Algunos de estos pecados también han sido diagnosticados por el ministro Wert, aunque su voluntad de remediarlos no parece demasiado fiable, porque ha descartado introducir cambios en la ley y, además, no ha dicho de nada de que vaya a recuperar para el Estado las competencias educativas. De modo que, por el momento, los sátrapas autonómicos podrán seguir haciendo lo que le venga en gana.
En fin, el caso es que he decidido dar un repaso a dichos siete pecados, pero ilustrando cada uno de ellos con una cuaderna vía satírica, de aire medieval.
1º.- La comprensividad
Ya saben: ese viejo y desacreditado invento, nacido del prejuicio ideológico, de que los alumnos se agrupen en las clases no por capacidad ni interés en el estudio, sino simplemente por edad.
Si todo por ventura queredes que fracase,
xuntad los aplicados con mançebos sin base,
faziendo que el alumno más listo se retrase
e acabe egual que el último mastuerzo de la clase.
2º.- El paternalismo
La permisividad y la falta de rigor provocan que la cacareada “enseñanza al alcance de todos” se quede en mero aparcamiento de niños y adolescentes, que acaban la ESO con unos títulos perfectamente inútiles que no responden a una formación y a unos conocimientos reales.
Un moço al que aprobaron en Quarto de la ESO
fuesse a coger el título, que staba bien impreso,
e luego, tras tomallo, usábalo al regreso
pora envolver con él un bocata de queso.
3º.- La impunidad
La indisciplina, con la que resulta imposible enseñar, es un cáncer en muchos centros educativos. Amparados en el sacrosanto “derecho a la educación”, muchos adolescentes martirizan a sus compañeros y a sus profesores, pues saben que la máxima sanción que se les puede imponer, en el peor de los casos, es cambiarlos de instituto, lo cual no les preocupa lo más mínimo.
Si encuentra el profesor en clase grand pendençia
e manda que se callen sin aver obediençia
e non puede impartir con calma la doçençia,
ha de acopiar, por uebos, mansedumbre e paçiençia.
4º.- El pedagogismo
Las paparruchas de una pedagogía infausta sostienen el entramado de la legislación educativa socialista. Los pedabobos, una casta inepta y alejadísima de la realidad docente, son los que parten el bacalao en la enseñanza española desde la implantación de la LOGSE.
Funesto personage que agora catalogo,
que nunqua gasta tiza, pues es mui demagogo;
de lo que ignora fabla con grande desahogo:
guardat vos, profesores, del psicopedagogo.
5º.- El esnobismo tecnológico
Eso que llaman TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) es el nuevo becerro de oro de la enseñanza. Algunas comunidades regalan —con nuestro dinero— carísimos ordenadores portátiles e instalan a troche y moche modernísimas pizarras digitales y redes wifi, como si la tecnología pudiera remediar unos males que están en otro lado.
Antaño s’aprendía con libreta e con Bic;
agora les regalan un portátil muy chic;
non hay tontos de faba, sino tontos de TIC:
sin ratón que les faga en sus cerebros clic.
6º.- El provincianismo
En España para acometer cualquier reforma profunda se hace indispensable que el Estado recupere las competencias educativas. Pero no es solo una cuestión legal, sino de contenidos y de enfoque de la enseñanza: el aldeanismo autonómico —cuando no municipal— achata, parcela y jibariza los conocimientos.
Otrora los saberes eran universales;
agora del terruño que habitas non te sales,
ca imperan dieçisiete sistemas regionales
que solo en la burriçie consienten ser eguales.
7º.- La burocracia
El papeleo inútil es el último de los siete pecados. Memorias, informes, programaciones, partes, circulares, planes de centro, expedientes, boletines, estadillos, actas... ahogan a los profesores y los apartan de la letra impresa que verdaderamente debería guiarlos, que es la de los libros.
En la enseñanza hodierna descuella otra desgraçia,
baldía e fatigosa, llamada burocraçia:
una infernal criatura que come e non se saçia,
que abate al profesor e crea ineficaçia.