Antes de leer mi soneto, deben echar un vistazo a esta fotografía que reproduce la versión digital del diario El Mundo.
Esa altivez de acero destemplado.
Esa protoglacial temperatura.
Esa mirada inexorable y dura.
Ese desabrimiento atravesado.
Ese rigor desértico y ajado.
Esa desapacible catadura.
Ese mohín de rabia y apretura.
Ese carácter apergaminado.
Esa severidad en la quijada,
de emperatriz arisca y estirada,
ajena al griterío del vasallo.
Ese plantarse ahí, desafiante,
con tenso e impertérrito desplante.
Y ese biquini... En fin, mejor me callo.