Perturbas mi inocente monacato
con esa catarata de turgencias.
Me mueves a soñar concupiscencias
y a padecer ardores de niñato.
Sacudes mi vetusto celibato
con un clamor de torpes indecencias.
Me causas olvidadas emergencias
y agitas con tu imagen mi recato.
Me alteras, me trastornas, me enardeces...
con esas tentadoras morbideces
que estallan en mi fe desde tu foto.
Mi fortaleza cede y se desmaya...
¡Por Dios bendito, tápate, Soraya,
que yo ya no respondo de mi voto!