Sin peinado estrambótico, sin cresta,
sin aire de play boy ni de modelo,
sin teatro, sin farsa, sin camelo
y sin mucha querencia por la fiesta.
Sin ignorar que la victoria cuesta,
sin dejar de pisar jamás el suelo,
sin tatuajes, sin ínfulas, sin pelo
y sin complicación: Andrés Iniesta.
Aunque su aspecto enclenque, paliducho,
sietemesino, escuálido y pachucho
se parezca al de nuestra economía,
Andrés es un titán, un crack, un tipo
que –con Iker y el resto del equipo–
nos levanta el orgullo y la alegría.
(Por lo menos un día
España, de buen ánimo, celebra
que hay algo en la nación que no está en quiebra).